domingo, 22 de abril de 2012

El Dilema de la Transparencia

En el Congreso hay dos iniciativas de ley, presentadas por el gobierno, que Las reformas planteadas deben apuntan a fortalecer la transparencia y el combate contra la corrupción. Aunque tienen varios defectos, las propuestas van por la ruta correcta, por lo que deben aprobarse pronto, pero también deben aprobarse bien. Este equilibrio entre premura y efectividad es el ejercicio clave que el gobierno y sus diputados deben tratar de alcanzar.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS
EL DILEMA DE LA TRANSPARENCIA

La semana pasada el presidente Pérez Molina presentó personalmente ante el Congreso dos iniciativas de ley que buscan el fortalecimiento de la transparencia y la calidad del gasto público, así como de las instituciones que tienen a su cargo dicha responsabilidad. La iniciativa del Ejecutivo es muy meritoria por, al menos, dos razones fundamentales.
Primero, porque cualquier reforma fiscal no está completa si no se cierra rápidamente la enorme fuga de recursos derivada de la ineficiencia, la corrupción, el tráfico de influencias, la falta de planificación y la inexistente evaluación que infestan al sector público guatemalteco. Tras la reciente aprobación del paquete de “actualización tributaria” se hacía imprescindible atajar con urgencia el tema de la transparencia y calidad del gasto, a fin de romper el arraigado círculo vicioso del “no pago porque se lo roban” y “no gasto bien porque no pagan”.
En segundo lugar, la iniciativa es meritoria porque, en un esfuerzo relativamente veloz y efectivo (inusual en la operatoria cotidiana del aparato gubernamental), el equipo técnico del gobierno logró estructurar un paquete de normas legales muy completo y ambicioso sobre la materia, que no busca solamente remedios rápidos a la rigidez y obsolescencia de las leyes vigentes, sino que pretende introducir reformas duraderas e integrales al marco regulatorio del gasto público.
La aprobación de la propuesta del gobierno debe superar un trascendental dilema. Por un lado, como toda iniciativa de ley, contiene errores y debilidades que, idealmente, deberían corregirse antes de su aprobación en el Pleno. Por otro, se trata de un asunto de suma urgencia que, en aras del futuro macroeconómico y de la gobernabilidad del país, no debería tomar más de un par de meses. En otras palabras, las reformas planteadas deben aprobarse pronto, pero también deben aprobarse bien: hay que correr, pero no tanto como para restarle legitimidad y eficacia a la propuesta.
Es aconsejable que el Ejecutivo coadyuve a que el Congreso pueda analizar y mejorar su propuesta, dentro de un plazo razonable que no olvide que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Esto implica concentrarse en lo sustantivo, no sólo para no distraerse en las minucias formales, sino también para evitar que una discusión indebidamente prolongada sirva de excusa a los enemigos de la transparencia para bloquear y descarrilar la reforma.
Por ejemplo, podría aprovecharse esta ocasión para redefinir el mandato y blindar la elección de las autoridades de la Contraloría de Cuentas, ya que ésta es la institución clave del sistema de integridad gubernamental. También podría mejorarse la propuesta en materia de fideicomisos si se les establece un plazo improrrogable luego del cual deban ser liquidados. O introducirse normas para limitar y regular las compras del Estado mediante el mecanismo de excepción.
Pero lo más importante es que con esta iniciativa se presenta una ocasión para construir un movimiento de unidad nacional en torno a la integridad, el combate a la corrupción, la transparencia y la mayor eficiencia en el gasto gubernamental. Es importante que el gobierno vislumbre que el éxito de su propuesta (y, eventualmente, de su gestión) requiere que su proceso de aprobación le dé la legitimidad política y social necesaria para su efectiva aplicación. Un buen primer paso sería apoyar que el dictamen lo prepare una comisión legislativa ad-hoc, conformada por un grupo selecto de diputados con demostrada experiencia en la materia o, en su defecto, que se elabore un dictamen conjunto por parte de dos de las comisiones legislativas existentes que sean representativas de las distintas fuerzas políticas y que sean capaces de conducir un proceso expedito de consultas con expertos independientes para enriquecer  la propuesta.
Todo esto debe hacerse con prontitud: los enemigos de la transparencia, los poderosos intereses que han vivido de la opacidad, del tráfico de influencias y de la debilidad institucional se van a oponer a las reformas. Es menester que los líderes nacionales (en los ámbitos político, económico y social) unan sus esfuerzos para que la propuesta del Ejecutivo sea analizada, mejorada, aprobada e implementada con razonable celeridad.

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