viernes, 10 de febrero de 2012

Mediocre, Pero con Potencial

Parece obvio: si alguien quiere ser más rico, debe aumentar sus ingresos. Esta verdad de Perogrullo no parece ser tan evidente cuando la expandimos a todo el país: si queremos reducir la pobreza, el país debe aumentar su producción. Y no se trata de ser economicista, sino de ser pragmático. Mientras no logremos que Guatemala logre aumentar la velocidad a la que crece su economía, la reducción de la pobreza será solo un sueño lejano.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS
MEDIOCRE, PERO CON POTENCIAL

Recientemente el Banco de Guatemala presentó su estimación de que el Producto Interno Bruto –PIB- crecería un 3.8% en 2011 respecto del año anterior, la que fue anunciada con satisfacción y optimismo como la tasa de crecimiento más alta de los últimos cuatro años. Aunque el tono positivo se justifica dado el raquítico comportamiento de la economía mundial, es importante no llamarse a engaño: el crecimiento de la economía guatemalteca es absolutamente mediocre.
No importa si la tasa de crecimiento anual es de 2.5% o 3.9%, en tanto la economía nacional no aumente su tamaño (medido por el PIB) a una velocidad mayor al 5% anual, será imposible reducir los inaceptables niveles de pobreza y los desastrosos indicadores sociales que exhibe Guatemala.
Actualmente, más de la mitad de la población guatemalteca vive en la pobreza, con un ingreso menor a los 2 dólares diarios. Si bien es cierto que los niveles de bienestar de un país dependen de una gran variedad de elementos, entre los que se incluyen aspectos culturales, la calidad de la vida familiar o la seguridad ciudadana, también es cierto que desde el punto de vista económico el factor medible más relevante es el del bienestar material. Aunque esta puede ser una perspectiva estrecha, en la práctica la mejor manera de medir el avance en los estándares de vida de un país es a través de la cantidad de bienes y servicios que genera cada habitante.  Con un ingreso per cápita de unos US$4,700 anuales (ajustado por el poder de compra), Guatemala se encuentra lejos de los niveles de vida de países como Costa Rica (US$10,500 de ingreso per cápita anual) o Chile (US$14,500), los cuales, a su vez, se encuentran muy atrás en relación con las economías industrializadas. Para que Guatemala lograra alcanzar los niveles de ingreso de Costa Rica, nuestra economía debería crecer los próximos quince años a un ritmo anual de 5%, mientras que para alcanzar a Chile debería hacerlo a más de 8%.
Aunque el crecimiento económico por sí sólo no es suficiente para reducir la pobreza, sí es una condición necesaria para lograrlo, ya que solamente mediante una producción cada vez mayor de bienes y servicios será posible aumentar el ingreso de cada habitante del país. La mala noticia es, pues, que la economía guatemalteca ha crecido a lo largo de su historia a una velocidad muy mediocre: en los 60 años transcurridos desde 1951 hasta el día de hoy, el PIB no ha crecido (en promedio) a más de 3.9% cada año. Esa tasa es solamente un poco mayor a la tasa de crecimiento de la fuerza laboral: he allí la explicación de por qué Guatemala se mantiene pobre y cada vez más rezagada respecto de otros países que hasta hace unas décadas eran como nosotros pero que ahora nos aventajan sustancialmente en términos de bienestar de su población.
La buena noticia es que, a pesar de la referida mediocridad histórica de nuestro desempeño económico, es posible revertir esta situación (como lo demuestra la experiencia exitosa de otros países), que no hay que inventar el agua azucarada (simplemente perseverar en hacer las cosas correctas), y que tenemos el potencial para lograrlo (si se aplican las políticas adecuadas). La receta ha estado clara: mejorar el capital humano (fundamentalmente mediante la inversión en educación y en salud para la población) a fin de mejorar la productividad, y aumentar el capital físico (infraestructura pública e inversión privada).
Aplicar esta receta es políticamente complejo ya que no siempre los resultados llegan con celeridad, pero ese es el camino y no hay atajos. Se requiere de voluntad, visión de país y perseverancia. Hay que preservar las cosas buenas que ya tiene nuestra economía (como la estabilidad macroeconómica, la pujanza del sector exportador, o la solidez del sistema bancario), pero hay que elevar sustancialmente la productividad de la economía dando mejores herramientas (capital físico, educación y salud) a los trabajadores, favoreciendo la inversión privada, y propiciando la adopción de nuevas técnicas productivas.
De manera que las nuevas autoridades que están por asumir sus cargos de gobierno deben comenzar por no resignarse a que la economía crezca a sus mediocres tasas históricas, sino que empiece a transitar por un sendero de mayor productividad y mejores niveles de vida para todos.

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