domingo, 15 de enero de 2012

Un Largo Camino por Recorrer

Un conjunto de factores adversos que se están suscitando en Estados Unidos y --especialmente- en Europa, está prolongando la enfermedad de la economía mundial y amenaza con perjudicar el desempeño económico en países como Guatemala



§ POLÍTICAS PÚBLICAS
UN LARGO CAMINO POR RECORRER
El panorama económico mundial no da espacio al optimismo. Las perspectivas de crecimiento económico han sido revisadas hacia la baja: según el Fondo Monetario Internacional, las economías más avanzadas del planeta crecerán menos del 2% anual en 2012, un ritmo de producción tan mediocre como el del año que está por terminar. La situación no es catastrófica, pero la modestísima recuperación económica posterior a la crisis financiera de 2008-2009 sigue siendo extremadamente frágil.
Aunque la economía mundial ya salió de la sala de cuidados intensivos, aún debe permanecer bajo un tratamiento estricto (que a veces pareciera experimental) que augura una larga convalecencia económica: los hacedores de políticas económicas internacionales deberán recorrer un camino de varios años antes de que la situación recobre la normalidad.
Un conjunto de factores adversos está prologando la enfermedad: los desastres naturales en Japón (que redujeron significativamente su crecimiento) y los disturbios políticos en el Oriente Medio (que afectaron el flujo internacional de petróleo) significaron duros golpes a la capacidad productora de la economía mundial en 2011. Encima de ello, el clima de incertidumbre que prevalece respecto del débil crecimiento de la economía de los Estados Unidos y, sobre todo, el catastrófico desorden financiero que se vive en Europa, plantean los retos más difíciles.
Las economías emergentes de Asia se han convertido en los motores de emergencia de la producción y el comercio internacionales, pero las economías avanzadas europeas y norteamericanas continúan teniendo un mayor peso en el balance económico mundial que, en las actuales circunstancias, resulta perjudicial para la comunidad internacional pues, lamentablemente, en ambas regiones prevalece un clima político incierto y una asombrosa falta de confianza de los consumidores e inversionistas.
Estas no son buenas noticias para un país como Guatemala, crecientemente integrado a la economía global. Dicha integración resultó muy positiva cuando la economía mundial estaba en auge, pero ahora significa riesgos importantes. El 40% de las exportaciones guatemaltecas van hacia los Estados Unidos, por lo que el mediocre crecimiento de nuestro principal socio comercial se contagia a nuestro país por vía de un menor dinamismo de nuestras exportaciones.
La sombría situación mundial también se contagia por la vía de la incertidumbre de los inversionistas, que puede encarecer los flujos de financiamiento externo hacia Guatemala. Por si ello fuera poco, las remesas familiares sólo crecerán al ritmo que la economía estadounidense (donde radica la mayoría de nuestros compatriotas que envían remesas) lo haga, lo cual tiene una incidencia directa sobre el consumo de los hogares guatemaltecos que contribuyen con el 85% del gasto nacional dedicado el PIB. Para complicar más las cosas, las finanzas públicas también se ven afectadas pues, en ausencia de una reforma tributaria, los ingresos fiscales no pueden fortalecerse en la medida en que la actividad económica no se recupere sostenidamente.
Las difíciles decisiones de política económica que se están tomando en Europa y Estados Unidos serán un factor clave para el futuro. La recuperación económica no puede seguirse construyendo sobre los frágiles cimientos de un estímulo fiscal que sólo puede ser temporal. Es menester que los países más avanzadas (que fueron, después de todo, quienes ocasionaron la catástrofe financiera de 2008) mejoren sustancialmente la coordinación de sus políticas macroeconómicas para que la inevitable austeridad fiscal no termine de ahogar el crecimiento. Al mismo tiempo, deberán emprender las reformas microeconómicas a las que durante años se han resistido, empezando por el desmantelamiento de los privilegios a ciertas industrias y el reordenamiento de sus mercados financieros.
Pero, sobre todo, los líderes de las principales economías deberán evitar caer en la tentación del proteccionismo que suele asomarse en los momentos de crisis e incertidumbre. El proteccionismo –la cara económica del nacionalismo- no sólo resulta perjudicial para el país que lo practica (y los países ricos pueden darse el lujo de auto-castigarse con ese tipo de políticas), sino que es especialmente pernicioso para los países en desarrollo, como el nuestro.COMENTARIOS DE LOS LECTORES

Desafortunadamente la economía y los economistas han demostrado una total incapacidad para resolver los problemas globales de estabilidad económica y de acceso a satisfactores básicos de la población mundial. Lo único que han demostrado es su capacidad para crear ecuaciones que tienden a la acumulación del capital, no importando cuanto crezcan las economías más avanzadas, pues el fin último es la acumulación y no la distribución equitativa de ese crecimiento. Todo ello sin lugar a dudas se debe a que la economía mundial pende de la riqueza de unos cuantos, especialmente los banqueros y sus instituciones subsidiarias FMI, BM, ONU, OEA, UE, etc. De tal manera que no importa cuanto crezca o deje de crecer una economía ya sea avanzada, emergente o cualquiera otro concepto que los economistas se inventen para tratar de explicar su incapacidad. Pero tal incapacidad, es algo sintomático puesto que viene y va, de acuerdo a los intereses de quien patrocina. Por lo tanto los economistas no ha podido encontrar la piedra filosofal que estabilize la economía mundial. Algo por supuesto no nunca secederá, porque ya sea en una economía estilo USA, UE o CHINA, siempre estará limitada a los dictados de aquellos pocos que acumulan y seguirán acumulado capital y los economistas subiendo y bajando puntos porcentuales al crecimiento económico de las naciones. ¡Qué tal!

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