viernes, 3 de junio de 2011

FMI: L'Ancien Régime se Resiste


Los detalles escabrosos del escándalo protagonizado por Dominique Strauss-Kahn, Director Gerente del FMI y frustrado futuro Presidente de Francia, aún no han salido a luz, cuando ya las lenguas maliciosas amenazan con echar a andar el rumor de que la camarera de quien este funcionario francés intentó abusar sexualmente era --como ya se está haciendo costumbre en estos escándalos de la prensa del corazón- una guapa guatemalteca... En todo caso, la última de las calenturas de DKS ha precipitado ¡otra vez! el necesario debate sobre la gobernanza en el FMI.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

FMI: EL ANCIEN RÉGIME SE RESISTE

La mayor anomalía que existe en la gobernanza del FMI es la forma en que se elige a su autoridad máxima

Hasta hace poco el Fondo Monetario Internacional –FMI- sufría de una creciente irrelevancia en el escenario económico mundial, pero la gran crisis de 2008-2009 lo reinstaló en un rol central; uno de los artífices de este re-posicionamiento del FMI fue el francés Dominique Strauss-Kahn, su anterior Director Gerente. Resulta, pues, paradójico que haya sido el irresponsable comportamiento sexual de este personaje la causa de una batalla por su sucesión que amenaza con socavar la frágil credibilidad de este organismo internacional.

Igual que un médico de emergencias, el FMI juega un papel fundamental para rescatar economías moribundas mediante la prescripción de medidas (casi siempre dolorosas) de ajuste económico y reforma financiera que, como en el caso actual de Grecia o Portugal, actúan como un compromiso de estos países para corregir sus problemas de fondo a cambio de recobrar el acceso a los mercados financieros internacionales.

Para ejercer su delicada tarea, el FMI se ha organizado desde su fundación en 1947 como una tecnocracia especializada en temas económico-financieros, gobernada por los ministros de finanzas y presidentes de los bancos centrales de los países que la conforman. Los países están representados en un Directorio en el que votan según sus cuotas de participación en la entidad. El poder de voto de los países europeos es de casi 33%, lo que implica que están sobre-representados ya que Europa constituye una proporción decreciente de la economía mundial (cifras del propio FMI indican que el Viejo Continente contribuía con 25% del PIB mundial en 2000, pero que dicho porcentaje caerá a menos del 18% en 2015). Los Estados Unidos tienen un poder de voto del 17% (como referencia, Guatemala tiene el 0.11%). Las pujantes economías emergentes de Brasil, Rusia, India o China, son las que justificadamente se quejan de estar sub-representadas en el FMI.

La mayor anomalía que existe en la gobernanza del FMI es la forma en que se elige a su autoridad máxima, el Director Ejecutivo. Durante toda su historia éste ha sido siempre un europeo (por lo regular un francés), ello a cambio de que, por virtud de un espurio acuerdo tácito con los Estados Unidos, el Presidente del Banco Mundial (organización “hermana” del FMI) sea siempre un estadounidense. Sin embargo, los tiempos y las realidades económicas cambian, y existe desde hace tiempo un entendido para que el próximo Director Ejecutivo se escoja mediante un procedimiento objetivo, basado en los méritos (no en la nacionalidad) de los candidatos.

Los gobiernos europeos decían compartir dicho entendido, aunque resulta ahora que sólo del diente al labio: Europa ha lanzado, con toda fuerza, la candidatura de Christine Lagarde, actual ministra de Finanzas francesa, para suceder a Strauss-Kahn. Esta posición a favor del ancien régime (nunca mejor dicho) es inconveniente no tanto porque la señora Lagarde no cumpla con los requisitos profesionales (no es economista, sino abogada; no es tecnócrata, sino política), sino porque su gestión despertaría la perenne sospecha de estar sesgada a favor de los gobiernos europeos que, en las actuales circunstancias, no necesitan de un FMI que los consienta y sosiegue, sino de uno que los aconseje objetivamente y los apriete, si es necesario, para que adopten las medidas que remedien sus problemas.

A finales de junio deberá elegirse al nuevo Director Ejecutivo del FMI y, pese a la ofensiva diplomática europea, los países en vías de desarrollo deberían unificarse y reclamar, en justicia, un cambio en la forma de elección, impulsando sus propios candidatos y concitando el voto de países hasta ahora neutrales como Estados Unidos o Japón. Guatemala misma, a través de sus representaciones en los organismos internacionales y en agrupaciones como el Grupo Intergubernamental de los 24 (G-24), debería contribuir con este cambio.

Y los europeos deberían, por su parte, aceptar los signos de los tiempos y dejar de aferrarse a sus antiguas glorias coloniales; con ello permanecerían fieles a los principios de la civilización occidental engendrada por sus ancestros (democracia, justicia e igualdad de oportunidades) y le darían un espaldarazo a la modernización de la arquitectura financiera internacional, que tanto se necesita.

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