viernes, 20 de mayo de 2011

Exportación de Otro Tipo

Ahora que Obama está (otra vez) tratando de impulsar una reforma migratoria en los EE.UU., la diplomacia chapina debería aprovechar para darle un nuevo enfoque y un nuevo impulso a la posición de Guatemala respecto de nuestros migrantes y el trato que les dan en el Norte. Para eso hay que entender la dimensión económica de las migraciones y sus flujos derivados, incluyendo las remesas.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

EXPORTACIÓN DE OTRO TIPO

La migración y las remesas son, en términos prácticos, fenómenos económicos que deben comprenderse adecuadamente

En el primer trimestre de 2011 el valor de las exportaciones guatemaltecas (de bienes y servicios) hacia Estados Unidos rondó los mil millones de dólares. Curiosamente, los flujos de remesas familiares hacia Guatemala alcanzaron una cifra similar durante el mismo período. Las remesas, podría decirse, reflejan una “exportación” de lo que en términos económicos se conoce como factores de producción: de la misma manera que una empresa transnacional estadounidense operando en Guatemala repatría utilidades hacia el país del norte (como pago al factor capital “exportado” desde allá), los migrantes guatemaltecos residentes en California repatrían remesas (como pago al factor trabajo “exportado” desde acá).

A raíz de la recesión económica de Estados Unidos en 2009 –que, a su vez, generó una ola anti-inmigración en ese país-, el flujo de remesas familiares hacia nuestro país se redujo sensiblemente, lo cual generó dudas respecto de si la época de los grandes flujos de remesas estaba llegando a su fin. La firme recuperación de tales flujos en meses recientes parece indicar que lo acontecido en 2009 fue un fenómeno estrictamente temporal que no podrá ser revertido por ninguna medida anti-inmigración. Entre enero y abril del presente año, las remesas recibidas en Guatemala eran mayores en casi 9% a las de similar periodo del año previo.

La más reciente encuesta sobre remesas para Guatemala, publicada por la Organización Mundial para las Migraciones –OIM-, indica que los guatemaltecos residentes en el exterior y que envían remesas representaban el 11.4% de nuestra población, proporción que ha seguido aumentando pese a la crisis estadounidense (en 2002 ese porcentaje era 10.5%); con ello el número de connacionales en el exterior llegaría a aproximadamente 1.4 millones, de los cuales más del 97% reside en los Estados Unidos.

El hecho de que el número de guatemaltecos que viajan al exterior en busca de mejores oportunidades continúe creciendo tiene, evidentemente, una connotación negativa que desnuda la realidad de un país incapaz de otorgar a sus ciudadanos las oportunidades necesarias para su realización material y humana. Pero, al mismo tiempo, tiene una connotación positiva que revela la capacidad de los guatemaltecos de ser productivos cuando cuentan con el entorno adecuado (en términos de infraestructura, imperio de la ley y oferta de oportunidades) que no encuentran en nuestra tierra pero que, en el Norte, les permite generar ingresos suficientes no sólo para subsistir sino para enviar excedentes de vuelta a casa.

Independientemente de calificaciones subjetivas, la migración y las remesas son, en términos prácticos, fenómenos económicos que deben comprenderse adecuadamente: en tanto existan las enormes diferencias que se observan en la riqueza de los países, los flujos de trabajadores (y de remesas), legales o ilegales, seguirán siendo parte importante de la economía mundial, y con mayor razón en el caso de dos economías tan dispares y geográficamente cercanas como las de Guatemala y Estados Unidos.

La política exterior guatemalteca tiene en este campo múltiples argumentos a su alcance para impulsar (preferentemente en coordinación con nuestros vecinos) una agenda diplomática y de opinión pública respecto de la política migratoria estadounidense y, para ello, podría aprovechar los gestos (electoreros o no) del presidente Obama en cuanto a emprender una reforma migratoria.

La hostilidad y las iniciativas de ley contra los inmigrantes en los estados fronterizos de los Estados Unidos deberían irse desvaneciendo en la medida en que la actividad económica y el empleo continúen fortaleciéndose. Los elementos extremistas del partido Republicano deberían ser desplazados por políticos más pragmáticos que entienden que la inmigración imprime juventud, fortaleza y dinamismo a la economía (y a la sociedad) estadounidense, cuyo éxito se basa en gran medida en la “importación” de dinero, talentos y trabajadores.

Y, en ese sentido, nuestra diplomacia debería insistir en los argumentos que demuestran sólidamente que una reforma migratoria que asegure un mejor trato a nuestros compatriotas emigrantes no es cuestión de pedir privilegios, sino que se trata de un negocio que, a fin de cuentas, resulta favorable para ambos países.

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