viernes, 11 de marzo de 2011

Un País con Propósito

El Canal de Panamá es el activo físico más importante de ese país; eso lo han entendido los últimos gobiernos y la ciudadanía, que han aceptado moverse como Estado en torno a unos cuantos objetivos de largo plazo que aprovechan las ventajas competitivas de la nación. Hasta ahora, todo parece marchar de maravilla. ¡Qué envidia!

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

UN PAÍS CON PROPÓSITO

Envidia sana –si eso existe- es lo que despierta la situación económica de Panamá. El círculo virtuoso de prosperidad de los panameños deja en evidencia al resto de centroamericanos, pues demuestra que sí es posible en nuestros países tomar decisiones de Estado, impulsar políticas de largo plazo y generar bienestar, todo ello sin necesidad de inventar el agua azucarada ni de grandiosas revoluciones radicales.

La impresión que uno se lleva de la ciudad de Panamá, con sus rascacielos cada vez más abundantes y altos, sus modernas autopistas que no se dan abasto para acoger tantos vehículos, o sus modernos complejos habitacionales para una clase media próspera, son solamente la manifestación visible de la innegable prosperidad panameña.

La economía panameña habrá crecido a una tasa promedio de 7.7% en el último lustro, la tasa más alta de la región (Guatemala lo hará en 3%), lo cual se refleja en un alto nivel de empleo sustentado en la demanda interna privada (consumo) y pública (inversión). Esto se financia con capitales externos, principalmente inversión extranjera directa y de residentes venezolanos y colombianos, así como de una utilización intensa de deuda pública, favorecida por la calificación de grado de inversión que tiene Panamá.

La columna vertebral que sustenta el milagro panameño está conformada por una serie de políticas públicas enfocadas a aprovechar las ventajas competitivas del país: el canal y los servicios, que requieren de inversión en capital físico y humano. La visión de desarrollo está plasmada en un Plan Estratégico que ha sido asumido como política de Estado y que incluye un conjunto de proyectos de inversión pública de gran calado.

El Plan Estratégico establece como ejes prioritarios la logística, el turismo, la agricultura y los servicios financieros. Los planes de inversión pública se han alineado con esos objetivos y constituyen una propuesta ambiciosa para la transformación de la economía: ampliación del Canal, Zona Tecnológica en la antigua base Howards, metro de la ciudad de Panamá, ampliación del aeropuerto de Tocumen, hospitales, vivienda popular, autopistas y pasos a desnivel, que suman más de US$13.6 millardos entre 2010 y 2014.

Los flujos de financiamiento se respaldan en una reforma fiscal aprobada durante los primeros meses de la administración Martinelli, que abrió un espacio para llevar a cabo una política fiscal orientada a la inversión pública, sin provocar situaciones comprometidas en las finanzas públicas, tomando en cuenta que existe otro gran acierto de política pública: la Ley de Responsabilidad Fiscal que establece límites para evitar que el déficit fiscal se salga de control.

Claro que la estrategia panameña, hasta hoy exitosa, no está exenta de riesgos. Por ejemplo, es difícil pensar que un déficit de cuenta corriente como el actual (más de 10% del PIB) pueda mantenerse por muchos años, aunque hasta ahora los flujos de capital han seguido llegando, alentados por la solidez de las reformas y el favorable clima de negocios.

Otro riesgo es el de sobrecalentamiento de la economía, dado que si la demanda interna sigue creciendo es probable que la inflación (que ya un 4% anual es alta para una economía dolarizada) siga aumentando.

Tampoco es sano que se intente impulsar indefinidamente el crecimiento a base de inversión pública, pues las condiciones externas (que han sido favorables) pueden variar eventualmente y secar los flujos de financiamiento, convirtiendo el actual círculo virtuoso en una vicioso. Sin embargo, aún existe suficiente espacio fiscal (la deuda como proporción del PIB ha venido reduciéndose) y, en tanto las inversiones públicas incrementen la capacidad productiva del sector privado y promuevan la transformación económica, el endeudamiento aún es manejable.

Finalmente, el riesgo de que el éxito obtenido hasta ahora induzca al gobierno de Martinelli a adoptar un estilo cada vez más autoritario podría dañar la buena reputación de Panamá como un lugar democrático, de respeto a la ley y confiable para la inversión. En todo caso, es muy probable que Panamá supere estos riesgos y continúe siendo un creciente motivo de envidia para sus vecinos que flotan a la deriva, sin un propósito claro de desarrollo.

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