sábado, 5 de marzo de 2011

¿No Hay Políticas de Largo Plazo?

La falta de sistematización, la escasez de recursos humanos y financieros, la confusión de conceptos y la falta de visión de las élites políticas, son factores que impiden que en Guatemala haya políticas públicas de largo plazo. Aunado a ello, nuestra tendencia a querer hallar soluciones grandiosas e instantáneas a nuestros problemas nos distrae de la labor, menos glamorosa pero más efectiva, de lograr pequeños avances, día a día, con trabajo duro que quizá no produzca resultados espectaculares, pero que sí más efectivos.

Políticas Públicas
¿NO HAY POLÍTICAS DE LARGO PLAZO?

Una debilidad sempiterna del estado guatemalteco es la ausencia de políticas públicas que gocen de continuidad y éxito; es decir, muy pocas veces las ideas, los planes, y los programas se alinean en torno al logro de algún objetivo de interés público. Quizá esto se debe a que donde se priorizan y deciden las políticas públicas es en nuestro disfuncional ámbito político-partidista. O, quizá, siendo benévolos con los políticos, se debe a que el proceso de las políticas públicas es muy complejo y sus acciones y rutinas tienen que ser llevadas a cabo por instituciones y funcionarios públicos que no están preparados para ello.
Existen, eso sí, casos excepcionales de políticas públicas exitosas en áreas que (como, por ejemplo, la supervisión bancaria) se aplican a través de la regulación (que requiere relativamente pocos recursos para ejecutarse); en cambio, la ausencia de éxitos se da más en áreas de política pública asociadas a los servicios públicos (seguridad, educación, salud, etcétera) que requieren cuantiosos recursos burocráticos en términos humanos y monetarios.
No es fácil armar las cuatro patas que sustentan una política pública exitosa. La primera pata es la fase de formulación, que consiste en identificar adecuadamente el problema que se quiere solucionar, analizar las medidas que podrían lograrlo y asignar los instrumentos necesarios para ello; logrado esto, alguna autoridad debe tomar la decisión de adoptar esa política y, antes de ejecutarla, someterla a consulta y coordinación, hacerle los ajustes del caso y, entonces, formular los programas que la harán realidad.
Muchas políticas públicas fracasan por no contar con una adecuada fase de formulación; uno de los casos más recientes es la Política de Desarrollo Rural Integral que se anunció con bullicio en mayo de 2009, pero que en realidad era una colección desordenada de aspiraciones y un listado incoherente de medidas que nunca llegó a aplicarse y que hoy casi nadie recuerda.
La segunda pata de la mesa es la fase de ejecución, que consiste en implementar los programas que componen la política pública, administrar los recursos humanos, físicos y financieros necesarios para la misma, y monitorear las acciones que la integran. En Guatemala a veces se han logrado buenos diseños de políticas o, al menos, buenos marcos generales para su diseño y ejecución, pero es precisamente en la ejecución donde, por diversas razones, se fracasa estrepitosamente.
Por ejemplo, recordemos la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (y en la Ley que la sustenta) como un caso típico en el que una política muy bien diseñada no contó con los recursos ni el apoyo político (incluso del propio gobierno que la promulgó), lo que hizo que, casi desde el inicio de su ejecución, empezara poco a poco a languidecer hasta quedar casi como un pretexto para mantener a la burocracia especializada creada para el efecto.
Además de la falta de apoyo de los propios gobiernos (que se exacerba cuando se trata de una política formulada por un gobierno anterior de signo ideológico distinto), el fracaso en la ejecución de las políticas tiene que ver con la ausencia conspicua de las otras dos patas de la mesa. La tercera, es la fase de seguimiento, evaluación y fiscalización por parte de la sociedad (representada, idealmente, en el Congreso de la República) y del órgano contralor (la Contraloría), fase que casi nunca se aplica a las políticas gubernamentales, lo que precipita su fracaso prematuro.
Y la cuarta pata es un entorno institucional que viabilice y dé sostenibilidad a las políticas de Estado, lo que requiere tanto de un marco legal apropiado, como de los recursos humanos y organizacionales adecuados. El entorno institucional es esencial, pero no hay que caer en el error de quienes creen que sólo mediante un buen marco legal se lograrán políticas exitosas, error que ha llevado muchas veces a incluir dentro de la ley los programas y medidas específicos, lo cual convierte a tal ley en un obstáculo a la eficiencia gubernamental y al progreso.
El ingrediente final que cohesiona las cuatro patas del proceso de políticas públicas (la tabla que completa la mesa) es el del trabajo diario, el de los pequeños logros, el del tesón del funcionario identificado con una meta. Y en esto se necesitan menos visionarios, y más trabajadores.

Comentarios de los Lectores

Mar, 03/01/2011 - 21:55 — Maria Fernanda ...Maria Fernanda Pineda Carrillo
Podríamos empezar a implementarlas comenzando con los programas de cohesión social que en hoy en día ha ayudado a miles de personas guatemaltecas de escasos recursos, si los institucionalizáramos, con la intención de siempre ayudar al sector más perjudicado y lastimado y que más de una vez han dejado en el olvido y no han logrado cubrir sus necesidades.

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