jueves, 22 de octubre de 2009

Más Importante que el Petróleo

Pocas cosas hay peores que tomar una decisión sin contar con la información necesaria. Recientemente, el gobierno tomó la decisión de retirar el modestísimo apoyo que había ofrecido otorgar para el desarrollo del festival cultural denominado Fiestas de Octubre. Evidentemente, tal decisión la tomó sin saber que, además de cuanto la cultura puede aportar al perfeccionamiento del espíritu humano o a la consolidación del tejido social, las actividades culturales tienen una dimensión económica concreta, que se traduce en producción y consumo de bienes y servicios, así como en generación de empleos e ingreso. En el caso de Guatemala, el aporte de las industrias culturales a la economía es muy significativo pero, lamentablemente, muy pocas personas (incluso vinculadas al quehacer cultural) y casi ningún funcionario están conscientes de ello. La columna de esta semana es un llamado a que los guatemaltecos abramos los ojos a esta realidad que es, también, un gran oportunidad hasta ahora desaprovechada.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

MÁS IMPORTANTE QUE EL PETRÓLEO

El arte y las expresiones culturales producen placer. Se lo producen al creador de las obras, al artista, al genio. Pero también se lo producen al observador, al apreciador, al público. Éste llega a valorar tanto el gozo que le brindan tales expresiones, que está dispuesto a pagar por el privilegio de recibirlo. La expresión cultural tiene, pues, una dimensión económica que puede medirse. La producción de cualquier bien artístico es capaz de generar valor agregado y contribuir tangiblemente al aumento del producto interno bruto del país.

En Guatemala es lugar común decir que tenemos una enorme riqueza cultural. Lo que no es común es tratar de medir cuánto valor económico genera dicha riqueza. De acuerdo con un estudio realizado por el economista mexicano Ernesto Piedras, y que él mismo presentó hace algunos días en el marco de las Fiestas de Octubre, las actividades culturales que producen los guatemaltecos contribuyen con entre el 7% y el 9% del total de la producción del país (para el año 2007). Esto se refiere tanto al valor generado por las industrias culturales propiamente dichas, como a las actividades conexas (por ejemplo, el teatro sería una industria cultural a cuyo derredor se producen otras actividades complementarias que también generan valor, como la confección de trajes y escenarios, el uso de energía eléctrica, los servicios para los asistentes a las obras, etcétera). Dichos porcentajes indican claramente que las industrias culturales generan mucho más valor agregado que, por ejemplo, la actividad petrolera en Guatemala.

Lamentablemente, esta dimensión económica y productiva de la cultura tiende a ser minusvalorada o hasta ignorada a todo nivel. Los propios artistas no parecen estar conscientes de su rol como productores de bienes y servicios culturales, llegando algunos de ellos incluso a avergonzarse de cobrar por la venta de sus servicios (pinturas, poemas, performances), sin darse cuenta de que los mismos tienen una dimensión económica que se manifiesta en su capacidad de satisfacer las necesidades (de contemplación y gozo del arte) de los consumidores de esos productos.

Es una pena que en Guatemala no nos demos cuenta que, en materia de generación de valor agregado por parte de la cultura, estamos parados encima de una verdadera mina de oro sin explotar. Para darnos una idea, ese 7% o 9% del PIB generado por las industrias culturales en Guatemala es superior al porcentaje que tales actividades generan en otros países (6.7% en México, 1.7% en Chile, 3.0% en Argentina, por ejemplo). Y tales cifras solamente representan el flujo anual de valor económico generado por la cultura; es decir, no se refieren al valor del patrimonio cultural del país, sino solamente al valor que cada año produce la cultura.

Si a todo lo anterior agregamos el hecho evidente de que las actividades culturales tienen consecuencias positivas que trascienden, por mucho, su dimensión económica, como claramente lo evidencian sus efectos positivos sobre el tejido social, la identidad nacional o los valores sociales, debería ser incuestionable que los modestos Q7 millones que el Ejecutivo había asignado para apoyar el festival cultural de las Fiestas de Octubre, y que después decidió ya no aportar, no constituían un gasto superfluo sino, al contrario, una eficiente inversión que, de haberse realizado, habría contribuido a reactivar la alicaída economía nacional.


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