jueves, 17 de septiembre de 2009

Independencia e Identidad

¿Encendidos en patrio ardimiento? No. Las fiestas patrias se celebran en Guatemala con cierta apatía o mediante ceremonias masoquistas (correr varios kilómetros detrás de un antorcha o marchar con paso marcial durante varias horas); poco es, al final del día, lo que se exalta a la patria. La identidad guatemalteca aún no está conformada. Ello se refeja en (y a la vez se alimenta por) la escasez de héroes nacionales. ¿Es que, acaso, en 188 años de vida independiente nuestro país no ha producido hombrs (y mujeres, pues, para ser políticamente correcto) ilustres y famosos por sus hazañas o sus virtudes? ¿Ni han surgido en esta tierra personajes que hayan realizado acciones heroicas? Por supuesto que sí; lo malo es que en la olla de cangrejos casi nadie tiene la inclinación a reconocerlos y aceptarlos tal como fueron. He aquí la columna pubicada esta semana, el día del aniversario de la independencia.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

INDEPENDENCIA E IDENTIDAD

La conmemoración de la independencia en Centroamérica desborda menos júbilo y patriotismo que en otros países del Hemisferio, quizá porque nuestra declaración de independencia no fue tan heroica, o porque la consecuencia inmediata de ésta fue la anexión al imperio de Iturbide, o porque el primer jefe de estado de nuestra naciente patria fue quien hasta la víspera era el máximo representante de la corona española en la Región.

No parece, por ello, casualidad que tengamos relativamente pocos héroes patrios. La historia oficial en los libros de la escuela primaria incluye entre ellos a Tecún Umán o a Rufino Barrios, pese a que ambos, coincidentemente, no sólo perdieron su batalla clave –y ella la vida-, sino también porque esa derrota significó perder la guerra. Además, hay corrientes revisionistas que sostienen que los grandes rivales de los dos personajes mencionados no deberían considerarse anti-héroes. Pedro de Alvarado podría tener, al menos, el mismo reconocimiento que Cortés y Pizarro tienen en México y Perú como protagonistas del nacimiento de las nuevas sociedades mestizas de América. Y Carrera podría recibir honores como fundador de la República de Guatemala y exitoso defensor de sus fronteras ante la invasión de Morazán.

Pero ese reconocimiento a los rivales resulta casi imposible en un entorno como el guatemalteco, muy dado a descalificar el éxito del prójimo (como lo parodia el doloroso chiste de los cangrejos chapines) y donde, para que alguien sea considerado héroe nacional, debe ser casi un santo pues el menor rasgo de debilidad humana en un político, escritor o científico se considera imperdonable. Si tal actitud privara en otras latitudes, los ingleses no tendrían a Francis Drake (quien fue un sanguinario pirata) por gran héroe naval; ni los estadounidenses considerarían a Washington (un militar dueño de decenas de esclavos negros) el fundador de su nación; ni los franceses verían a Napoleón (un dictador guerrerista) como el mayor genio militar de la historia.

Dicho lo anterior, conviene aclarar que la actitud maniquea hacia los héroes nacionales no es exclusiva de Guatemala y refleja, en gran medida, el aforismo que dice que la historia la escriben los vencedores. Sin embargo, es menester profundizar los esfuerzos por enseñar a las futuras generaciones una versión de la historia más objetiva que permita construir una identidad nacional de la que aún carecemos; una historia que trate de hechos objetivos más que de leyendas de héroes y tiranos; una historia más elaborada que no alimente los conflictos latentes en nuestra sociedad.

La historia que le enseñan a los niños en la escuela no solo refleja la forma en que la sociedad y sus élites se ven sí mismos, sino que influye sobre cómo los niños se verán cuando sean ciudadanos: sea como conquistados, colonizados y víctimas, o bien como supervivientes, resistentes e ingeniosos. La historia patria no debe usarse como una estrategia para indoctrinar inculcando mitos (como hoy en día ocurre en Venezuela o en Rusia), sino que su estudio debe servir de ejercicio para que los niños piensen por sí mismos mientras buscan la verdad, con un sentido de reconciliación e inclusión (como exitosamente lo han logrado en Sudáfrica), porque la construcción de nuestra identidad nacional es todavía un proceso en marcha.

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