jueves, 24 de septiembre de 2009

Política Monetaria contra la Recesión

Muchas personas creen que, para combatir la recesión económica, solamente hace falta que el banco central baje las tasas de interés y aumente la cantidad de dinero en la economía. Ojalá fuera tan fácil. La política económica, por desgracia, se parece más a una pieza de cuero seco: uno puede oprimir de un lado para que se aplane, pero lo único que se logra es que la arruga aparezca por otro lado. La columna de esta semana trata de las limitaciones de la política monetaria como herramienta anticíclica, y de la necesidad de estar conscientes de que la crisis viene del exterior y que más vale concentrarnos en paliar sus efectos que en pretender revertirlos. Ahí va...

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

POLÍTICA MONETARIA CONTRA LA RECESIÓN

Hace unos días, luego de escuchar a las autoridades del Banco de Guatemala referirse a la situación económica actual, un periodista me preguntaba si era posible que el banco central, además de las necesarias reducciones en la tasa de interés de corto plazo que ha estado aplicando, aplicara otras medidas de estímulo económico, como por ejemplo dejar de captar depósitos de los bancos o reducir el encaje legal, con el propósito de activar el crédito bancario y, con él, la inversión y el empleo.

Si bien es cierto que tales medidas existen en la caja de herramientas del banco central, también lo es que el arte de la política monetaria consiste en manejarlas con sumo cuidado, para evitar que el remedio resulte peor que la enfermedad. Un aspecto fundamental que debe considerarse en este sentido es que las reducciones en la tasa de interés toman un cierto tiempo para afectar las acciones de los consumidores y de los inversionistas. De hecho, lo normal es que se den rezagos significativos entre las variaciones de las tasas y el consecuente cambio en la actividad económica, lo que complica el trabajo de la autoridad monetaria en el manejo de las condiciones monetarias y crediticias. Un aumento desmedido de liquidez monetaria hoy requerirá de medidas restrictivas mañana cuando la actividad económica empiece a recuperarse. Además, la situación actual caracterizada por una reducción en la demanda de crédito por parte de los sectores productivos y un endurecimiento de los requisitos exigidos por los bancos para otorgar préstamos, refleja la metáfora keynesiana que resume las limitaciones de la política monetaria en una recesión: “puede llevarse los caballos al río, pero no puede obligárseles a beber”.

Claro que, como alternativa a la política monetaria, está la posibilidad de recurrir a la política fiscal para estimular la demanda agregada, pero ésta también tiene sus limitaciones. Vale la pena recordar que Alan García, en su primera encarnación como presidente de Perú, logró aumentar rápidamente el crecimiento económico mediante políticas fiscales súper expansivas; pero éstas eran absolutamente insostenibles y lo que logró de positivo en dos años lo retrocedió con creces en el siguiente lustro.

Quizá lo más importante a tener en mente es que la actual crisis económica es de origen externo, ante lo cual una economía pequeña y abierta como la guatemalteca muy poco puede hacer, por lo que las políticas públicas debiesen centrarse más en aliviar que en revertir los efectos adversos de la crisis. Al respecto, resulta interesante el símil que leí hace algunos días en el diario The Financial Times, donde se compara a las crisis económicas con los incendios forestales: casi siempre es mejor dejar que los incendios forestales se extingan por sí solos; dichos fuegos parecen ser parte de un proceso natural de regeneración forestal y su ocurrencia esporádica permite a los bosques deshacerse de la maleza que puede acumularse y hacer más incontrolables los incendios. Un buen manejo forestal conlleva desbrozar y limpiar periódicamente el bosque, y hasta talar los árboles que estén podridos. De manera similar, un buen manejo de las crisis conlleva tener en cuenta los efectos de largo plazo de las medidas que se adopten, para evitar que éstas propicien la aparición de nuevas (y peores) crisis en el futuro.

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