sábado, 1 de agosto de 2009

COMERCIO VERSIS CARIDAD

Conozco muchos ciudadanos y organizaciones europeas y estadounidenses que, con la mejor de las intenciones, la mayor de las noblezas y el más loable espíritu humanitario (y en estos epítetos no escondo ningún sarcasmo) canalizan sus recursos económicos y humanos para brindar ayuda a los más desfavorecidos de nuestros ciudadanos. Yo, en su lugar, haría lo mismo... si no fuera economista (y lúgubre). Las pruebas son contundentes: el comercio de bienes y servicios entre países es una fuerza generadora de riqueza que ha sacado a millones de personas de la pobreza en las últimas décadas. La caridad es útil y necesaria en situaciones de catástrofes naturales o bélicas y también puede ser efectiva en otras circunstancias si está bien focalizada hacia programas clave. Los activstas pro-tercer mundo de los países avanzados deberían dedicar más energia y tiempo a exigir a sus gobiernos la eliminación de las barreras que tienen impuestas a los productos provienientes del Sur y a desmantelar los intrincados mecanismos de subsidios a sus ineficientes productores agrícolas que sacan del mercado a los productores de los países pobres. He aquí mi entrega de esta semana...

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

COMERCIO VERSUS CARIDAD

Hace algunas semanas me referí a los riesgos que la crisis mundial entrañaba para los flujos de cooperación internacional y a la consecuente necesidad de re-orientar tales flujos hacia fines más productivos. Un amigo lector me comentó que la magnitud de la crisis demandaba re-orientar los esfuerzos hacia el fomento del comercio internacional, antes que hacia la caridad internacional. Y no deja de tener razón.

Para muchos ciudadanos del Primer Mundo resulta inadmisible que en países como Guatemala, por ejemplo, una de cada tres mujeres no sepa leer, que la mitad de los hogares rurales no tenga cobertura de agua y saneamiento, y que 30 de cada mil bebés nacidos vivos muera antes de su primer cumpleaños, lo cual evidencia una inmensa brecha en la calidad de vida entre nuestros países y los de ellos, realidad que los induce a buscar una solución urgente. Algunos de estos bienintencionados ciudadanos primermundistas culpan a la globalización por tan aberrante inequidad, sin reflexionar quizá en que, si toda la industria y el comercio mundiales se detuvieran mañana, ello difícilmente ayudaría a los países pobres. La experiencia alrededor del mundo es contundente en cuanto a que la mejor herramienta, necesaria pero no suficiente, para reducir la pobreza es el crecimiento económico. Más seres humanos han salido de la pobreza a través del crecimiento de los últimos setenta años que en los anteriores setecientos. Evidentemente, más personas habrían podido salir de la pobreza de no ser por la falta de instituciones adecuadas y por la mala gestión económica y política en el Tercer Mundo.

Una de las maneras más efectivas para fomentar el desarrollo es la de abrir mercados a los productores pobres para que vendan sus productos. De manera que los consumidores de los países ricos, en vez de sentirse culpables por comprar productos importados (sentimiento que está siendo perversamente impulsado como falsa salida a esta crisis), deberían cobrar conciencia de que su consumo de tales productos genera empleos en los países en vías de desarrollo. Por supuesto que los consumidores deben tener la responsabilidad de asegurarse de que los productos que compran no se hayan generado mediante la explotación indebida de los trabajadores ni del ambiente, pero también deben saber que las exportaciones permiten a los países pobres generar ingresos que, a su vez, crean demanda de bienes nacionales e importados y, con ello, crecimiento económico. A más comercio internacional, aunque sea mediante tratados bilaterales de libre comercio, habrá más empleos; y un empleo, aunque sea relativamente mal remunerado en comparación con lo que gana un trabajador en, digamos, Bélgica, es la mejor salida para que un obrero tercermundista tenga el chance de construir una vida mejor.

La ayuda económica proveniente de gobiernos y ONGs del Primer Mundo, en cambio, no ha probado ser tan efectiva como el comercio para reducir la pobreza en el mundo. Y no es que la cooperación internacional sea mala per se; es que ha estado mal enfocada al asistencialismo, en vez de orientarse a pocos pero efectivos destinos como la educación (en especial de las niñas) y el desarrollo de la micro y pequeña empresa. Y como complemento –no sustituto- de la mejor forma de ayuda al desarrollo: el comercio internacional.

Opinión del lector
Pepe Recinos - Guatemala-wi
¿Comercio para mejor desarrollo?. Es una de las quimeras de siempre, que nos quita esperanzas, cuando vemos a los países asiáticos que compiten ventajosamente con nuestra mano de obra, mediante salarios ínfimos. Sin embargo, no todo está perdido, pues para el desarrollo económico INMEDIATO y visible, logrando el disparo de tasas de crecimiento en todos los indicadores positivos, NADA HAY MEJOR que el Control de la Natalidad de las clases pobres para que se adecúen a las tasas de crecimiento de las clases Alta y Media. Los efectos serían tan evidentes: en lugar de estar esperando la "caridad" internacional, con el manejo demográfico se vería la mejora de la economía familiar, la mejora de la economía nacional: más Ingreso y PIB per cápita. En un par de años pasaríamos del lugar 121 al 100 y quien quita que hasta alcancemos a Costa Rica. Evitemos el desastre demográfico y ecológico. Somos 14 millones, a la tasa de 2.5% anual (duplicándonos cada 28 años), dentro de 56 años seremos: 56 millones. Entonces nos comeremos unos a otros. Soylent Green, diría Charlton Heston. Lamentablemente aquí nadie es político de valía, que pueda incluir en un Plan de Gobierno esta medida estratégica.
sergio licardie - México
La mejor forma de salir de la crisis es favorecer al mercado interno, pero no a la producción sino garantizarle a la demanda que pueda pagar lo que va a consumir. Un crédito de gobierno, barato, rápido, generaría mas producción y mas mercado, los productores tienen pisto e invertirían para el mercado.

1 comentario:

  1. Interesante, y lúgubre para algunos de nosotros, el artículo que MAGL nos comparte en esta oportunidad. El crecimiento económico (numerológico más que estadístico) parece un ingrediente no prescindible en los enfoques de algunos economístas (cuántos no importa, algunos lúgubres y otros iluminados). Pareciera ser que enfoques positivistas decimonónicos continúan pretendiendo mostrar que las medidas de tendencia central, dispersión y las demás, son indicadoras de realidades que, nosotros los de pensamiento occidentalizado, urbano, "moderno", definitivamente desconocemos o no entendemos. Desarrollo, en mi perspectiva, es pobremente represantado por la cuasi-cábala del "crecimiento", y la liberalización comercial´puede funcionar, quizás en otras realidades, en la nuestra pareciera una quimera. Un intento de génesis para un debate, casi seguramente (¡ah! el postpositivismo, me permite anteponer el "casi" con libertad)divergente.

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