sábado, 8 de julio de 2023

PRIMERA VUELTA ELECTORAL: 5 PARADOJAS Y 5 LECCIONES

 La primera vuelta electoral se desarrolló pacífica, transparente y legítimamente, pero sus resultados aún no se oficializan. De ella surgen varias paradojas, pero también varias lecciones a aprender para no volver a cometer los mismos errores en el futuro

  1. EL MUNDO DE LA POLÍTICA QUE CONOCÍAMOS, YA NO EXISTE. Poco a poco, quienes dedicamos algo de tiempo a analizar el mundo de la política, hemos tenido que reconocer -ante el fracaso predictivo de las encuestas- que la forma en la que los candidatos acceden a la psiquis y al corazón de los votantes ha cambiado respecto de lo que conocíamos: la eficacia de las redes sociales telemáticas y el rápido declive de la televisión abierta como vehículos para conquistar votantes son la nueva realidad. Como una consecuencia de ella, la forma de diseñar los muestreos y hacer el levantamiento de las encuestas ya no resultan efectivos Para advertir y pronosticar acertadamente las intenciones del electorado. Es una paradoja que, ante tales evidencias, ni las empresas encuestadoras ni los analistas hayamos aún logrado descifrar lo ocurrido. Lo que está claro es que ya cambió la forma en que los políticos acceden al poder, ojalá que ahora logren cambiar también la forma en que dicho poder se ejerce, dándole más prioridad a lo que el joven electorado demanda: eficacia, probidad y transparencia en la provisión de los servicios públicos básicos.

  2. LA CIUDADANÍA MOSTRÓ HARTAZGO PERO, AL MISMO TIEMPO, ENTUSIASMO. El voto nulo fue el ganador de las elecciones presidenciales. Si a este voto le sumamos el voto en blanco y el abstencionismo, resulta que dos de cada tres ciudadanos guatemaltecos rehusaron darle su respaldo a cualquier candidato en contienda. La paradoja es que, pese a tan manifiesto hartazgo ciudadano, también casi dos de cada tres votantes acudieron libre y cívicamente a las urnas (algunos solo para expresar su descontento).  El resultado es que nunca antes en la historia democrática del país los dos candidatos finalistas habían tenido un respaldo popular así de precario. El balotaje del 20 de agosto puede aliviar en algo la debilidad del mandato de quien resulte vencedor, pero sería bueno que la persona a quien favorezca el voto en la segunda vuelta tenga claro que, detrás de la manifestación de hartazgo por parte de los votantes, subyace el anhelo de la ciudadanía por un sistema que no excluya arbitrariamente a los candidatos y por un Estado que no desperdicie ni malverse los recursos y que sea capaz de proveer los servicios públicos básicos. Quizá sea momento de centrarse menos en las ideologías y más en los valores; al parecer, en esta primera vuelta los votantes mandataron a los políticos para que se enfoquen en algunos principios esenciales: democracia en libertad -libre, cómo no, del dinero del crimen organizado-; respeto a las instituciones -incluyendo, claro está, la alternancia en el poder-; y, sobre todo, honradez en el uso de los recursos públicos. Centrarse en ese mandato debería abrir las puertas a un gobierno de unidad nacional, siempre y cuando los partidos ganadores tengan la magnanimidad de valorar tal oportunidad. 
  3. UN SISTEMA DE VOTACIONES RESILIENTE, PESE A UN TSE DÉBIL. Es de justicia reconocer que el sistema de votaciones de Guatemala funciona. Funciona a pesar de estar dirigido por el TSE más cuestionado y señalado de la historia. Funciona a pesar de que el proceso electoral estuvo plagado de judicializaciones indebidas, de exclusiones injustificadas y de un gasto clientelar por parte de los gobiernos locales para influenciar la votación. Funciona a pesar del desorden (tolerado por el TSE) en la conformación de las juntas receptoras y en la organización de los centros de votación. Funciona a pesar de la opacidad e ineficacia en la adquisición de los apoyos informáticos para la digitación y transmisión de datos.

    El sistema de votaciones funciona porque está diseñado para resistir a los ineptos y a los corruptos, gracias a la heroica participación ciudadana en las juntas receptoras de votos y a sus mecanismos de control y custodia. Funciona, quizá, porque fue uno de los pocos sistemas que la nefasta reforma a la Ley Electoral de 2016 no se metió a "corregir". A pesar de sus debilidades y de los pronósticos en contra, funcionó. Gracias a ello, las elecciones fueron participativas, transparentes y legítimas. Corresponde ahora respetar los resultados y que el debilitado TSE proceda a oficializarlos y a dirigir con autoridad la segunda vuelta electoral, conforme lo señala la ley.
  4. MUCHOS MIGRANTES, PERO POCOS VOTANTES.  Algunas estimaciones conservadoreas ponen en más de un millón y medio el número de guatemaltecos viviendo en los Estados Unidos. De ellos, apenas se empadronaron noventa mil para votar en estas elecciones; y, de ellos, solo votaron menos de mil quinientos. El voto de cada uno de ellos representó un altísimo costo, pue se habilitaron 158 mesas en 15 ciudades. Ya en las elecciones de 2019 el voto en el extranjero había sido un fracaso. Algo se está haciendo mal. Desde la comunidad migrante se señala que el TSE hizo poco para informar y atraer la atención de los guatemaltecos residentes en la Unión Americana. Lo bueno de esto es que la necesidad de atender el derecho a voto de los migrantes hizo entender al TSE que sí es posible establecer circunscripciones electorales diferentes -pero complementarias- a los distritos electorales que definen la Constitución Política y la Ley Electoral. Ojalá se entienda que también es práctica y legalmente factible crear circunscripciones dentro de los distritos actuales, a fin de acercar más al votante a sus representantes y, así, mejorar la representatividad, la legitimidad y la rendición de cuentas de los diputados hacia sus electores. Eso daría una bocanada de oxígeno a nuestra alicaída democracia.
  5. LA CC SE INVADIÓ TERRENO AJENO, PERO SALVÓ LAS NAVES. Ante la debilidad del TSE, que no ha podido hacer valer su autoridad legal y moral en materia electoral, otras cortes (la de Constitucionalidad y la Suprema) se han visto compelidas a invadir el terreno electoral -lo que hubiese sido impensable en los lejanos tiempos de las respetadas magistraturas de los Arturos Herbruger, de los Gabrieles Medrano o de los Marios Guerra Roldán-. Como en toda elección, esta vez se detectaron diversas anomalías (en el distrito metropolitano en particular), que generaron -como no puede ser de otra manera- el derecho a impugnar por parte de quienes se sintieron agraviados. Pero ese derecho debe ejercerse conforme al debido proceso. El TSE no fue capaz de respaldar a las juntas y las impugnaciones y dudas no se resolvieron prontamente. La CC se vio forzada a intervenir estableciendo la ruta a seguir para repetir únicamente las audiencias de revisión la ruta a seguir para repetir únicamente las audiencias de revisión pero, extrañamente, le dejó abierta la puerta a la Corte Suprema para vigilar el resultado. Eso nos tiene ahora en una situación en la que el TSE no ha podido oficializar los resultados de la primera vuelta electoral, lo que pone en tela de duda unas elecciones que, a pesar de lo que digan algunos fanáticos antidemocráticos, fueron transparentes y legítimas.

    El TSE está en el epicentro de la incertidumbre imperante. Ojalá esto se resuelva pronto y conforme a derecho, para que la segunda vuelta electoral se lleve a cabo, como debe ser, el próximo 20 de agosto. Lo que está claro es que hay un problema de diseño en el TSE que debe resolverse para que las próximas elecciones estén mejor dirigidas por la autoridad competente.
    La forma en que se eligen los magistrados debe cambiar para asegurar que estos cumplan claramente con los requisitos de capacidad, probidad e independencia que su alto cargo requiere. Esa debe ser una de las piezas centrales de la próxima reforma a la Ley Electoral.

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