LA DISFUNCIONAL LEY ELECTORAL HA DEGRADADO EL MERCADO POLÍTICO, CON UNA OFERTA POLÍTICA CADA VEZ MÁS MEDIOCRE Y UN ELECTORADO QUE, EN VEZ DE SOLUCIONES, DEMANDA ENTRETENIMIENTO
La campaña electoral que está a pocos días de concluir ha
puesto en evidencia una de las más graves fallas de la ley electoral vigente:
la prohibición que existe para que los políticos puedan expresar sus opiniones
y propuestas antes del inicio oficial de la campaña. Esta absurda prohibición, exacerbada
por la miope interpretación de la ley por parte de los magistrados del TSE que
consideran cualquier pronunciamiento público de un político constituye “propaganda
anticipada”, impide a los políticos hacer política, mutilando así, flagrantemente,
uno de los órganos vitales de cualquier democracia: la libre expresión del
pensamiento. Una de las consecuencias más graves de tan absurda regulación es
que la campaña política ha degenerado en un circo mediocre carente de propuestas,
nulo en debates y desprovisto de calidad.
A esto se agrega un cambio estructural en el que los nuevos
medios y plataformas de comunicación están teniendo un impacto significativo en
la forma en que los políticos llevan a cabo sus campañas electorales. Estas
plataformas, como Twitter, Instagram y TikTok, han introducido nuevas vías para
la comunicación, el compromiso y la divulgación, ofreciendo a los políticos oportunidades
que, desafortunadamente y salvo escasas excepciones, no han sido aprovechadas
para bien.
En vez de aprovechar las redes sociales para compartir
contenido de calidad, con propuestas atractivas, compartibles y virales, los
videos de esta campaña que han ganado mayor visibilidad son aquellos que
destacan por lo chusco y por su capacidad de satisfacer, con el auxilio de los
influencers y de las noticias fabricadas, las demandas más sórdidas de
entretenimiento de los usuarios de estos medios, exponiendo las miserias humanas
de los candidatos que, a falta de propuestas de solución a los problemas
nacionales, se presentan con bailecitos y chabacanerías a la espera de lograr algún
“me gusta” en las redes sociales.
Esta situación atenta gravemente contra la salud de nuestra endeble democracia. Los líderes políticos deberían estar pensado cómo después de estas elecciones -cuanto más pronto, mejor- arreglan la disfuncional Ley Electoral y de Partidos Políticos para lograr, al menos, dos propósitos fundamentales. Por un lado, recuperar la posibilidad de poder cumplir lo que les corresponde hacer como oferentes: ofertar las soluciones de política pública que permitan resolver los problemas económicos, políticos y sociales del país. Y, por otro, promover una mejor participación ciudadana y una mayor representatividad de los funcionarios electos. En tanto no lo hagan, y mientras sigan acomodados rehuyendo el debate y delegando sus obligaciones en los influencers y en los tiktokers, el mercado político continuará degradándose irremediablemente.
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