lunes, 12 de julio de 2021

MEJORES INSTITUCIONES, MEJOR VIDA

SE NECESITAN MEJORES INSTITUCIONES, DESDE EL ÁMBITO ELECTORAL HASTA EL DE CONTROL DEL GASTO PÚBLICO

Múltiples estudios alrededor del mundo demuestran el rol fundamental de las instituciones para mejorar la efectividad de los gobiernos, el funcionamiento de las sociedades y la calidad de vida de las poblaciones. Entre ellos, los de la economista Rohini Pande (de la Universidad Yale) aterrizan en lecciones prácticas que pueden resultar útiles para Guatemala.

Por ejemplo, que existe una asociación entre la calidad de las instituciones políticas y la probabilidad de éxito de las políticas para el desarrollo y para aliviar la pobreza. La profesora Pande evidenció recientemente que para reducir la pobreza es menos eficaz la ayuda directa (subsidios o transferencias de efectivo) que la creación de instituciones democráticas eficaces para que los ciudadanos en situaciones vulnerables puedan elegir directamente a sus representantes y empujarlos a aplicar políticas que favorezcan el empleo y la generación de ingresos. Pero, además, argumentó que la democracia funcional requiere mucho más que sólo institucionalizar elecciones periódicas que permitan a todos votar cada cuatro años sino que, además y principalmente, es necesario que los ciudadanos estén bien informados, bien representados y en capacidad de defender sus instituciones democráticas.

La lección para Guatemala bien puede ser que la tan necesaria reforma al sistema electoral y de partidos políticos no solo debe incorporar mecanismos que permitan a los ciudadanos votar directamente por sus representantes mediante listas abiertas (o voto preferente, tal como se propone en la iniciativa que actualmente se discute en el Congreso), sino también debe recuperar la autonomía, profesionalidad y eficacia del Tribunal Supremo Electoral.

En materia de combate a la corrupción, la profesora Pande subraya la importancia de un cambio de actitudes por parte de la sociedad. Su análisis sobre la corrupción cuestiona seriamente la noción de que los países más pobres son más proclives a la corrupción que los países ricos porque están más dispuestos a tolerarla. Por el contrario, Pande muestra que la gente es potencialmente igual de corrupta en los países ricos que en los pobres, pero lo que varía son, precisamente, las instituciones, en particular las que permiten mejorar la transparencia y fortalecer los mecanismos de control. Es decir, para construir las instituciones contra la corrupción resulta más eficiente privilegiar la prevención (vigilancia, la supervisión y la fiscalización) sobre la sanción (persecución penal).

También aquí resulta clara la lección para Guatemala: la Contraloría de Cuentas, las unidades de auditoría interna de los entes gubernamentales, y el tratamiento de los conflictos de interés son instituciones que necesitan urgentemente una reforma profunda que las fortalezca y habilite para que la lucha contra la corrupción no tenga que recaer exclusivamente en la persecución penal cuyos resultados, hasta ahora, no solo han sido efímeros sino, a veces, contraproducentes.

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