lunes, 5 de julio de 2021

A PURAS REMESAS Y CONSUMO

LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA ES UN HECHO, PERO ES FRÁGIL… Y NO ES MÉRITO NUESTRO

Los indicadores disponibles muestran que el crecimiento económico navega viento en popa, en contraste con la recesión sufrida el año pasado por la pandemia, y se prevé que se mantenga creciendo el próximo año. Ese crecimiento fue, durante la segunda mitad de 2020, más rápido de lo previsto y, según las estimaciones de Consultores para el Desarrollo -COPADES-, se espera que la economía retorne en 2021 a los volúmenes de producción de 2019. Sin embargo, la recuperación prevista por COPADES es menos dinámica que la prevista por el FMI y por el propio Banco de Guatemala, debido a que estas últimas suponen un avance más sólido en el programa de vacunación que, hasta ahora, no parece que vaya a materializarse.

En realidad, las buenas perspectivas de la economía nacional se basan en un natural rebote del consumo doméstico (que representa más del 88 por ciento del PIB nacional) que, a su vez, descansa en un dinamismo extraordinario de las remesas familiares que provienen de los migrantes guatemaltecos en los Estados Unidos. Y eso no es mérito nuestro. La fuerte recuperación en los Estados Unidos será clave para el desempeño económico de Guatemala, dado que aquel país es nuestro principal socio comercial y de inversión, y nuestra mayor fuente de remesas familiares. El gigantesco gasto fiscal impulsado por la administración Biden y un mercado laboral en expansión son el origen del crecimiento de las remesas y, por lo tanto, del consumo de los hogares guatemaltecos.

No obstante, existen riesgos que hacen peligrar este escenario: la incertidumbre sobre la propagación del coronavirus en esta prolongada tercera ola de contagios, agravada por el absurdamente limitado acceso a las vacunas que hará que la inmunización se prolongue probablemente otros dos años. Esto es sumamente grave pues un deterioro significativo de la situación de la salud pública puede debilitar significativamente la confianza de los agentes económicos y, así, dar al traste con la recuperación económica.

En todo caso, el ritmo de crecimiento de la producción mantendrá su recuperación, pero sus tasas de crecimiento no superarán el 3.5% en promedio en los próximos años. Es decir, incluso en el mejor escenario, la economía no crecerá más allá de su mediocre promedio de las últimas décadas, reflejo de las limitaciones de productividad en la economía, por lo que tal crecimiento resulta insuficiente para mejorar significativamente el nivel de ingreso per cápita y, por ende, para reducir los elevados indicadores de pobreza y desigualdad existentes. Para salir de esa mediocridad es indispensable elevar los niveles de productividad sistémica, lo cual no se podrá lograr si no emprendemos cuanto antes un proceso de fortalecimiento de las instituciones económicas y políticas básicas para que una economía y una sociedad sean productivas: el sistema político, la seguridad ciudadana, el sistema de justicia, el servicio civil, etcétera. Entender esto es clave para salir del pantano de mediocridad en que nos hundimos lentamente.

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