EXISTEN MEDIDAS
CONCRETAS QUE, A CORTO PLAZO, PUEDEN AYUDAR A MEJORAR LA PRODUCTIVIDAD
La reactivación está en marcha: diversos indicadores
económicos apuntan a una recuperación dinámica del nivel de producción. En gran
medida, esta reactivación es inercial, ya que después de una recesión
ocasionada por un shock exógeno (como la que ocurrió el año pasado a causa de
la pandemia de Covid-19) casi siempre se produce un rebote como el que estamos
experimentando. Si ese rebote no va acompañado de un aumento en la
productividad, lo más probable es que, después de este año de recuperación,
nuestra economía retorne a los niveles estables, pero muy mediocres de
crecimiento, similares a los de los últimos lustros.
La única forma en que nuestra economía crecerá más
rápidamente de forma sostenible es mediante un aumento de la productividad, que
solo puede obtenerse si se mejora el marco institucional -político y económico-
y, con él, la certeza jurídica, el clima de negocios y la inversión en capital
físico y humano. Por desgracia, ello solo es posible a mediano plazo. Sin
embargo, a corto plazo es posible lograr algunas mejoras en la productividad si
se identifican adecuadamente aquellos cambios que la pandemia ha provocado en
la estructura y en las relaciones económicas, y se aprovechan para inyectar
dinamismo y eficiencia a dichas relaciones.
En efecto, la pandemia ha modificado la forma en que
muchas personas obtienen y gastan sus ingresos: se ha acelerado el uso de
medios digitales, así como la automatización de muchos procesos que ahora se
hacen remotamente, y se ha generalizado el tele-trabajo en muchos sectores.
Muchos de estos cambios vinieron para quedarse y pueden estar logrando aumentos
de la productividad en diversos sectores de la actividad económica. Sin
embargo, otros sectores se han visto fuertemente afectados por la crisis y por
la automatización de procesos, y es probable que los empleos que se pierdan en
estos sectores nunca lleguen a recuperarse.
Por lo tanto, es imprescindible que las políticas
públicas ayuden, por un lado, a que los sectores que están cobrando dinamismo
en el nuevo entorno se reafirmen y fortalezcan pero, simultáneamente, a que los
empresarios y empleados afectados en los sectores más golpeados puedan hacer
una transición hacia nuevas actividades y empleos. Existe ya un conjunto de
medidas -pendientes de aprobar o de aplicar- que las autoridades
gubernamentales podrían estar impulsando para coadyuvar en ese proceso: un
marco legal para regular las insolvencias y la restructuración de empresas; la
reglamentación del trabajo a tiempo parcial; los programas de reentrenamiento y
capacitación laboral en tecnologías informáticas; un seguro de desempleo (a
cargo del IGSS); esquemas de garantía crediticia para las actividades con
potencial productivo; o, el fortalecimiento de la resolución de conflictos
mediante el arbitraje. Para todas estas medidas ya existen propuestas concretas.
Lo que hace falta, como siempre, es que los encargados (en los tres poderes del
Estado) les asignen la prioridad que se merecen.
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