EL APORTE DE LA
PRODUCTIVIDAD AL CRECIMIENTO ECONÓMICO HA SIDO CASI INEXISTENTE
El potencial de crecimiento de cualquier economía está
dado por sus factores de producción: tierra, trabajo, capital (maquinaria e
infraestructura) y productividad (eficiencia con la que se combinan aquellos
factores). En Guatemala, las dos terceras partes del crecimiento de la economía
en los últimos treinta años se explica por el factor trabajo (debido al rápido
crecimiento de la población en edad de trabajar), mientras que la otra tercera
parte se explica por el factor capital; el aporte de la productividad al
crecimiento económico ha sido casi inexistente.
Aunque en el futuro cercano la contribución de la mano
de obra seguirá siendo importante, es muy probable que a mediano plazo el
crecimiento de la población en edad de trabajar disminuya drásticamente. Un
aumento de la inversión en capital podría compensar esta caída, pero
inevitablemente existirán rendimientos decrecientes sobre la acumulación de
capital. Por ello, el crecimiento sostenible a largo plazo solo puede provenir
de un aumento de la productividad, que resultará esencial para alcanzar la
prosperidad, reducir la pobreza y crear empleos formales y bien remunerados. La
pregunta fundamental de cara al futuro es, pues, ¿cómo logramos aumentar la
productividad de nuestra economía?
Un reciente estudio del Banco Mundial (“Desatando el
Potencial de Crecimiento de América Central”) proporciona algunas respuestas.
La incapacidad del país de generar un crecimiento sostenido de la productividad
revela la necesidad de aplicar reformas no solo para fomentar las inversiones
innovadoras que mejoren la productividad, sino que hagan que esa mejora sea
sostenida, para lo cual se requiere de acciones en cuatro áreas que se
complementan mutuamente y en las cuales nuestro país muestra enormes rezagos:
la educación, la infraestructura, la eficiencia de los mercados y la calidad de
las instituciones.
El estudio del Banco Mundial identifica varias áreas
clave en las que las reformas institucionales y de políticas públicas pueden
ayudar a impulsar la productividad y el crecimiento a largo plazo. Las más
relevantes para Guatemala son: la reducción de barreras al comercio regional
(incluyendo con México); la inversión en capital humano (especialmente de la
calidad de la educación); la reducción de rigideces en el mercado laboral (que
requiere viabilizar el trabajo a tiempo parcial); el aumento masivo de la
inversión en infraestructura (física y digital); la mejora del clima de
negocios (que implica mejorar la seguridad física y el acceso a servicios
financieros para la pequeña empresa); la creación de un ambiente propicio para
la innovación; y, la mejora en la certeza jurídica, los derechos de propiedad y
la transparencia (lo que implica reformas al sistema judicial, a la efectividad
del gobierno y a las instituciones encargadas de combatir la corrupción). Ahí
hay elementos para una agenda de largo plazo que nos saque del laberinto
cortoplacista en el que parece que estamos perdidos.
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