lunes, 1 de abril de 2019

La Ausencia Mortal del Estado

La ausencia del Estado es aún más grave cuando ya no solo entorpece el progreso sino que, peor aún, fracasa en proteger el bien más preciado de un ciudadano: su vida

Si el estado existe es porque un grupo de individuos decidió organizarse alrededor del compromiso de sustentar la vida en sociedad, razón por la cual establecieron un contrato social para que cada uno se desarrolle y prospere según su potencial. Por eso nuestra Constitución establece que el estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia, y que su fin supremo es la realización del bien común. Por desgracia, resulta evidente que ese objetivo central –la protección y el mejoramiento del ciudadano- no se está logrando. Este fracaso es atribuible, en gran medida, a la ausencia del estado y a la debilidad de sus instituciones.

Y en estos días abundan los casos que así lo señalan. Un ejemplo lo tenemos en el caos cotidiano del tráfico en la ciudad, donde se irrespetan las normas ante la absoluta pasividad (o ausencia) de la policía de tránsito que agrava el caos cuando permite (aunque esté prohibido) circular motos -con dos o más ocupantes- junto a los carros, o cuando deja que los vehículos se estacionen en donde les da la gana, ya sea frente a la lujosa Fontabella, o a lo largo de la humilde Atanasio Tzul.

Otro caso lo vimos en el área rural, donde un ex comandante guerrillero lidera una invasión de fincas en la zona de Cubilgüitz y se presenta, amenazante, al mando de un “ejército” privado de uniformados con playeras rojas, a negociar con una débil (o, en la práctica, ausente) autoridad local que no ejerce como tal. Esta ausencia del estado –en ambos casos- impide que impere la ley y, por ende, obstaculiza el bienestar y el progreso de los ciudadanos.

Pero la ausencia del estado es aún más grave cuando ya no solo entorpece el progreso sino que, peor aún, fracasa en proteger el bien más preciado de un ciudadano: su vida. El espeluznante y bochornoso linchamiento -quemándolos vivos- de una pareja de supuestos sicarios a manos de un grupo de taxistas es indicativo de un deterioro alarmante de los valores sociales; pero el hecho de que el linchamiento haya ocurrido a plena luz del día y frente a la mirada complaciente (o ausente) de unos policías mal entrenados y sin noción de cómo actuar, es señal de un fracaso total de la entidad a cargo de la seguridad pública.

También la indescriptible tragedia en Nahualá, donde una veintena de guatemaltecos murieron atropellados por un camión que circulaba a alta velocidad por la noche, con poca iluminación, atravesando un lugar poblado sin señalización. La ausencia de regulaciones -y de autoridades que las hagan cumplir- respecto de las carreteras nacionales ocasiona que en sitios como San Lucas, Chimaltenango, Cuyotenango el tráfico no solo esté colapsado, sino que se ponga en peligro continuo la vida de los vecinos, ante la indolencia de la Dirección General de Transporte para actuar y coordinarse con otras autoridades para atender este monstruoso problema.

En todos estos casos hay un factor común: la ausencia del estado y la debilidad institucional. Si las instituciones del estado no se fortalecen, éste estará cada vez más ausente e imposibilitado de cumplir con su rol fundamental de velar por la protección y el progreso de los ciudadanos.

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