La ausencia del Estado es aún más grave cuando ya no solo entorpece el progreso sino que, peor aún, fracasa en proteger el bien más preciado de un ciudadano: su vida
Si el estado existe es porque un grupo de individuos decidió
organizarse alrededor del compromiso de sustentar la vida en sociedad, razón
por la cual establecieron un contrato social para que cada uno se desarrolle y
prospere según su potencial. Por eso nuestra Constitución establece que el estado
de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia, y que su fin
supremo es la realización del bien común. Por desgracia, resulta evidente que
ese objetivo central –la protección y el mejoramiento del ciudadano- no se está
logrando. Este fracaso es atribuible, en gran medida, a la ausencia del estado
y a la debilidad de sus instituciones.
Y en estos días abundan los casos que así lo señalan. Un
ejemplo lo tenemos en el caos cotidiano del tráfico en la ciudad, donde se irrespetan
las normas ante la absoluta pasividad (o ausencia) de la policía de tránsito
que agrava el caos cuando permite (aunque esté prohibido) circular motos -con
dos o más ocupantes- junto a los carros, o cuando deja que los vehículos se
estacionen en donde les da la gana, ya sea frente a la lujosa Fontabella, o a
lo largo de la humilde Atanasio Tzul.
Otro caso lo vimos en el área rural, donde un ex comandante
guerrillero lidera una invasión de fincas en la zona de Cubilgüitz y se
presenta, amenazante, al mando de un “ejército” privado de uniformados con
playeras rojas, a negociar con una débil (o, en la práctica, ausente) autoridad
local que no ejerce como tal. Esta ausencia del estado –en ambos casos- impide
que impere la ley y, por ende, obstaculiza el bienestar y el progreso de los
ciudadanos.
Pero la ausencia del estado es aún más grave cuando ya
no solo entorpece el progreso sino que, peor aún, fracasa en proteger el bien
más preciado de un ciudadano: su vida. El espeluznante y bochornoso
linchamiento -quemándolos vivos- de una pareja de supuestos sicarios a manos de
un grupo de taxistas es indicativo de un deterioro alarmante de los valores
sociales; pero el hecho de que el linchamiento haya ocurrido a plena luz del
día y frente a la mirada complaciente (o ausente) de unos policías mal
entrenados y sin noción de cómo actuar, es señal de un fracaso total de la
entidad a cargo de la seguridad pública.
También la indescriptible tragedia en Nahualá, donde
una veintena de guatemaltecos murieron atropellados por un camión que circulaba
a alta velocidad por la noche, con poca iluminación, atravesando un lugar
poblado sin señalización. La ausencia de regulaciones -y de autoridades que las
hagan cumplir- respecto de las carreteras nacionales ocasiona que en sitios
como San Lucas, Chimaltenango, Cuyotenango el tráfico no solo esté colapsado,
sino que se ponga en peligro continuo la vida de los vecinos, ante la
indolencia de la Dirección General de Transporte para actuar y coordinarse con
otras autoridades para atender este monstruoso problema.
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