Los desafíos más urgentes de Guatemala (tanto para nosotros mismos como para los Estados Unidos) tienen que ver con la creación de empleos y oportunidades. Precisa que nos sentemos a trabajar en un proyecto de Estado para el desarrollo económico
Históricamente, Guatemala nunca había sido una
prioridad en la política exterior de los Estados Unidos (salvo, quizá, por el
episodio de la Liberación en el lejano 1954). Pero en los últimos años nuestro
país se fue convirtiendo paulatinamente en una amenaza a la seguridad nacional de
aquel país, por tres motivos: la expansión del narcotráfico, el desafío del
terrorismo (particularmente el islámico) y el creciente flujo de migrantes
ilegales (incluyendo es especial el de menores de edad). Este último aspecto ha
adquirido tales connotaciones políticas en aquel país, que se ha convertido en
un tema de campaña electoral de relevancia para las próximas elecciones de
medio término.
En ese contexto, llaman poderosamente la atención las
declaraciones de funcionarios de la CBP (la Oficina de Aduanas y Protección
Fronteriza del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense), en las que
señalan que la principal causa detrás del creciente flujo de familias
guatemaltecas que migran ilegalmente hacia ese país es el hambre, no la
violencia. La evaluación de la CBP señala que son factores de
"empuje" tradicionales -pobreza y falta de oportunidades- los que
impulsan la ola migratoria, en vez de un aumento en el crimen, lo cual sugiere
que las causas de la emigración podrían aliviarse mediante la reducción del hambre
y la creación de empleos en Guatemala.
Siendo ese el caso, la generación de oportunidades de
empleo formal y el combate contra la pobreza deberían marcar las prioridades de
la agenda estadounidense hacia nuestro país. En ese sentido, la estrategia para
el involucramiento de los Estados Unidos con el Triángulo Norte de
Centroamérica (vigente desde hace varios años) contiene tres ejes que podrían
ser retomados (quizá dentro del Plan Alianza para la Prosperidad) para re enfocar
los esfuerzos de ambos países hacia tales prioridades.
El eje de seguridad (que incluye el fortalecimiento
institucional de las fuerzas de seguridad) es necesario para favorecer un clima
de negocios adecuado a la inversión. El eje de gobernabilidad (que incluye la
reforma del servicio civil y del sector justicia, así como el combate a la
corrupción) es fundamental para que el Estado prevea eficazmente los servicios
públicos esenciales para mejorar la productividad sistémica. Y el eje de
prosperidad (que incluye la inversión -transparente y eficiente- en
infraestructura y en educación) es clave para la crear oportunidades de
emprendimiento y empleo.
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