Aunque en el corto plazo la transición que estamos viviendo tiene un costo de ralentizar la economía, en el mediano plazo la erradicación de la corrupción generará certeza e incentivará la inversión y el crecimiento económico
Aunque hay quienes sostienen que la crisis política
desatada en el país raíz de la decisión presidencial de expulsar al Comisionado
de la CICIG no debería tener repercusiones en la economía nacional, no puede
desecharse el efecto de incertidumbre que dicha crisis está generando en la
opinión pública a nivel internacional y -lo que es más relevante- en la
evaluación que las calificadoras de riesgo realizan periódicamente a Guatemala.
El episodio es tan relevante que la ampliamente leída revista
The Economist lo abordó esta semana en un editorial y un reportaje, espacios
que no le dedicaba a nuestro país desde hace muchísimo tiempo, subrayando el probable
daño que el presidente Morales habría infligido a su propia gestión con la
decisión tomada respecto a Iván Velásquez. Según la revista, con el trabajo de
la CICIG Guatemala se había erigido, junto con Brasil, como un ejemplo para
otros países de la región en cuanto al combate a la corrupción.
Lejos de apoyar la hipótesis de los simpatizantes de
la decisión presidencial, que afirman que el trabajo de la CICIG bajo la
dirección de Velásquez ha perjudicado la inversión al crear un clima adverso a
los negocios, la prestigiosa revista afirma que, por el contario, cualquier
economía liberada del lastre de la corrupción debería atraer más inversión, no
menos. Y aunque da validez al argumento de que sería mejor para Guatemala que
nuestras propias cortes y fuerzas de seguridad fueran quienes hicieran valer la
ley, The Economist estima que el mandato de la CICIG es, precisamente,
fortalecer tales instituciones y, hasta que eso ocurra, el tutelaje
internacional resulta inevitable.
En efecto, es razonable interpretar que si bien en el
corto plazo (como es normal en toda transición política) el cambio de un
sistema corrupto e impune a otro donde impere la ley puede generar
incertidumbres que, inevitablemente, afectarán las decisiones de inversión, en
el largo plazo (y a medida en que, paralelamente, se fortalezcan las
instituciones) . Por ello The Economist emplaza al sector empresarial para que apoye decididamente
la labor de la CICIG, en vez de contentarse con respaldar tibiamente la lucha
contra la corrupción.
En un sentido similar se pronunció la calificadora de
riesgo Moody’s Investors Service, cuyos analistas estuvieron en el país
haciendo su evaluación anual justo en los días en que se intensificó el
enfrentamiento entre el presidente Morales y el comisionado Velásquez. La
calificadora emitió un comunicado indicando que si dicho enfrentamiento se
prolonga, podrían reducirse los ya bajos niveles de inversión y crecimiento
económico, lo cual perjudicaría la calificación del país.
El análisis de Moody´s afirma que la debilidad de las
instituciones, que reducen la tolerancia al riesgo de los inversionistas e
incrementan el costo de hacer negocios en el país, es un factor clave que
explica los bajísimos niveles de inversión del país, y que la inesperada
decisión del presidente de expulsar al comisionado de la CICIG exacerba dicha
debilidad. (La tasa de inversión bruta del país es de menos del 13% del PIB, cuando
la de países de tamaño similar supera el 21%).
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