La respuesta ante el fenómeno de apreciación continua del quetzal no debe ser la de buscar un cambio total de "modelo", sino la de aplicar las herramientas que ya existen en el arsenal del banco central, empezando por reducir la tasa de interés líder.
A principios de este siglo surgía un consenso mundial
respecto a que el esquema de metas explícitas de inflación –MEI- podría ser el
régimen óptimo para la política monetaria, tanto en los países industrializados
como en las economías en desarrollo. El Banco de Guatemala –Banguat- se puso a
la vanguardia de la Región adoptando dicho régimen que se enmarcó en su nueva
Ley Orgánica aprobada por el Congreso en 2002.
En el esquema de MEI el banco central explicita que su
objetivo es la estabilidad de precios y conduce su política monetaria en línea
con una meta de inflación anunciada. Un supuesto clave en el esquema es que la
inflación es un fenómeno de exceso de demanda (por encima de la producción de
bienes y servicios en la economía) y que
el banco central puede influir sobre dicha demanda agregada (y, por ende, sobre
la inflación) a través del control sobre las tasas de interés.
La Ley Orgánica del Banco de Guatemala ha permitido,
hasta ahora, que se mantenga la estabilidad macroeconómica con base en dos condiciones
básicas; por una parte, que el banco central goce de autonomía y, por otra, que
exista credibilidad por parte de los agentes económicos respecto de la política
monetaria. Dicha autonomía y dicha credibilidad se fundamentan en que exista
claridad en el objetivo central del Banguat, en que se respete su autonomía y
en que el banco central rinda cuentas a la sociedad sobre sus actuaciones.
Por desgracia, tanto la autonomía como la credibilidad
del Banguat están en riesgo debido a un fenómeno de origen principalmente
externo: la permanente apreciación del quetzal con respecto del dólar
estadounidense. Sucede que el esquema de MEI tiene una debilidad: la
estabilidad de precios no solo es un fenómeno de exceso de demanda agregada;
también existen factores del lado de la oferta (como las fluctuaciones de los
precios internacionales de la materias primas o las fluctuaciones del tipo de
cambio debidas a flujos de capitales) que afectan los precios internos.
Esos factores externos han ocasionado no solo que la
moneda nacional se mantenga apreciada (en términos reales) respecto del dólar
sino que, además, han ocasionado incluso que la inflación se ubique en
ocasiones por debajo de la meta establecida por el Banguat. Esto, además de
deteriorar la competitividad del sector exportador, erosiona la credibilidad
del banco central, lo cual afecta su capacidad de influir en el mercado para
propiciar la estabilidad del nivel general de precios.
La solución a este dilema es relativamente sencilla.
La apreciación del quetzal tiene un efecto de reducir las presiones
inflacionarias y ocasiona una restricción de la demanda agregada (pues deprime
las exportaciones), por lo que equivale a haber elevado las tasas de interés.
La respuesta adecuada de la política monetaria ante la continuada apreciación
del quetzal debió haber sido (desde hace tiempo) una reducción sensible en la
tasa de interés líder. Desafortunadamente, un celo excesivo del Banguat ante
temores de una inflación (que nunca se dio) ha impedido que la Junta Monetaria
actúe más oportunamente reduciendo la tasa de interés líder.
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