Las percepciones de los consumidores y de los inversionistas influye decididamente sobre el desempeño de la economía. Ante el lento ritmo del crecimiento
económico existe una cierta fatiga social respecto de la situación económica. Y el pesimismo empeora ante la crisis generada por la corrupción generalizada.
A pesar de que la economía guatemalteca es una de las más
estables, resistentes y adaptables de América (características que el
anglicismo de moda unifica en el adjetivo “resiliente”), ante el lento ritmo
del crecimiento económico y los elevados indicadores de pobreza existe una
especie de fatiga social respecto de la situación económica. Esa fatiga, aunque
justificada por la lentitud con la que el país camina hacia el desarrollo y el
bienestar, es mala consejera pues induce –tanto a las masas como a los
liderazgos- a preferir las soluciones inmediatas, instantáneas, casi mágicas a
los problemas nacionales.
En ese contexto, resulta ilustrativo analizar las
percepciones de la población sobre el desempeño económico en Guatemala,
publicadas recientemente en el Barómetro de las Américas 2014. El primer gran
hallazgo de esa encuesta (que se realizó a nivel nacional el año pasado) es que
los hogares guatemaltecos no se sienten seguros desde el punto de vista
económico.
La encuesta les preguntó a los consultados (en 25
países de América) qué tanto y con cuánta dificultad podían cubrir sus
necesidades económicas con sus ingresos. Las respuestas se codificaron en una
escala de 0 a 100, donde los valores más altos representan una mayor capacidad
de cubrir las necesidades económicas del hogar. Los cuatro países de la región
con mejor punteo (es decir, con mejor percepción de seguridad económica en el
hogar) en la encuesta fueron, en su orden, Panamá y Trinidad y Tobago (con 58
puntos), seguidos de Canadá (57 puntos) y Costa Rica (56).
Los cuatro países con peor punteo (es decir, mayor
percepción de inseguridad económica en el hogar) fueron Haití (27 puntos),
Honduras (35), República Dominicana (36) y Guatemala (37). Esa pobre
calificación de nuestro país es consistente con otras encuestas que identifican
a la situación económica como uno de los principales problemas personales que
enfrentan los guatemaltecos. Esos elevados niveles de inseguridad en las
finanzas del hogar sugieren que el consumo privado (que es el principal motor
del crecimiento económico nacional) se ve muy limitado por las baja capacidad
de gasto de los guatemaltecos.
La encuesta del Barómetro de las Américas también
preguntó acerca de cómo percibían los encuestados el desempeño reciente de la
economía nacional vista en su conjunto. De nuevo, las calificaciones más altas
en una escala codificada de 0 a 100 indican que los encuestados perciben una
mejora en la situación económica de su respectivo país. Los países con mejor
punteo fueron Ecuador (60 puntos), Bolivia (53), Chile (51) y Canadá (47).
Por su parte, los países con más baja percepción de la
situación económica nacional fueron Venezuela (11 puntos), Guatemala (17),
Argentina (19) y México (20). Si tomamos en cuenta que los venezolanos están
sumidos en una crisis económica gigantesca, con graves problemas de escasez y
de inflación galopante, vemos justificación para sus percepciones negativas
respecto de la economía. Pero en el caso de Guatemala, con un crecimiento
estable (aunque reconocidamente insuficiente) y gran estabilidad de precios, el
pesimismo imperante no deja de llamar la atención.
De hecho, cuando se correlacionan las percepciones
sobre la situación económica con las cifras de crecimiento económico, los
guatemaltecos se revelan como los más pesimistas de la región. En contraste,
por ejemplo, Ecuador muestra una mejor percepción de la economía por parte de
sus ciudadanos, pese a tener una tasa de crecimiento económico similar a la de
Guatemala.
Ese pesimismo resulta perjudicial para el desempeño económico del país,
no solo porque limita el consumo privado, sino también porque es indicativo de
una muy escasa disposición a invertir y a emprender nuevos negocios. Existe,
pues, un espacio para las políticas públicas llamadas a revertir las
precepciones negativas sobre la economía. Sin embargo, situaciones de
escándalo, corrupción e ineficiencia como el reciente caso de defraudación
aduanera, que ha puesto en aprietos al gobierno, en nada contribuyen a generar
optimismo. En tal sentido, una cruzada nacional de combate a la corrupción y de
rescate de las instituciones clave (como la SAT, la Contraloría y los
Tribunales) podría ser un gran primer paso para recuperar la esperanza en un
mejor futuro económico.
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