Resulta interesante intentar descifrar las
recomendaciones que el FMI hace a las autoridades del país
En días recientes el Fondo Monetario Internacional
–FMI- publicó su más reciente informe sobre la situación económica en
Guatemala. Siempre resulta interesante y sugestivo intentar descifrar los
mensajes (algunos muy claros y directos, en tanto que otros son más
subliminales y crípticos) que el FMI envía a las autoridades y agentes
económicos del país. He aquí una muestra de los principales mensajes que se
desprenden del informe.
Primero: las políticas macroeconómicas (fiscal y
monetaria) deben mantenerse prudentes, para continuar manteniendo la
estabilidad, manifestada en una inflación baja, una fuerte posición de reservas
monetarias internacionales, un sistema financiero robusto y un déficit externo
moderado. Las autoridades del banco central y del Ministerio de Finanzas es
deben desviarse del manejo ortodoxo de las medias de política a su alcance.
Segundo: la finalización de la expansión monetaria en
Estados Unidos pude generar episodios de volatilidad en los mercados
financieros mundiales, que pueden ocasionar algunos daños a Guatemala. Las
políticas macro ortodoxas son la mejor medicina preventiva ante estos riesgos.
Tercero: En cuanto a la gobernabilidad interna, el FMI
ve que el estancamiento político en temas fiscales y presupuestarios, así como
los problemas persistentes de recaudación y la inseguridad pública pueden
impedir el crecimiento y amenazar la cohesión social. Las perspectivas de
crecimiento no dependen sólo de las políticas macro, sino de manera más
importante de un marco integral de políticas públicas.
Cuarto: aunque la política fiscal es en general
adecuada, es muy frágil debido a que la reforma fiscal de 2012 fue insuficiente
y sufrió serios reveses. La debilidad más importante en el campo de la
recaudación la ubica el FMI en la ineficiencia de las aduanas.
Quinto: la política fiscal también se ve amenazada por
la incertidumbre permanente que se cierne sobre la aprobación de préstamos
multilaterales y de los presupuestos anuales. El mantenimiento de la
estabilidad fiscal no depende sólo del Ministerio de Finanzas, sino que también
del responsable funcionamiento del Legislativo.
Sexto: la inflación está bajo control, pero el ciclo internacional
de bajos precios de los alimentos puede estar llegando a su fin, por lo que la
política monetaria debería estar preparada para actuar en prevención de un
aumento en las expectativas inflacionarias.
Séptimo: si no se logra aumentar la recaudación
tributaria, existe un riesgo elevado de que el déficit fiscal aumente y, con
él, la carga de la deuda pública. Aunque la deuda aún es baja, existe un
elevado riesgo de que los mercados financieros endurezcan sus condiciones hacia
países débiles como Guatemala, lo cual puede derivar en un encarecimiento del
crédito no sólo al gobierno, sino al sector privado.
Octavo: como consecuencia de lo anterior, el déficit
fiscal debe reducirse gradualmente, pero empezando ya mismo. No hay, pues,
lugar para estar contentos con un déficit fiscal que, en los últimos años, no
ha logrado bajar del 2% del PIB.
Noveno: es necesario aumentar los ingresos
tributarios, no sólo para lograr la sostenibilidad fiscal, sino para permitirle
al gobierno un mayor gasto que apoye la productividad y el crecimiento
económico (es decir, gastos en salud, educación e infraestructura). Aquí el FMI
es más atrevido y recomienda: mejorar la eficiencia de la administración
tributaria –SAT-, reducir las exenciones y privilegios fiscales (incluyendo las
que se están impulsando en el marco de la Ley de Inversión y Empleo) y
reajustar (elevar, pues) la tasa del IVA en línea con las del resto de
Centroamérica.
Décimo: es imprescindible mejorar la transparencia y
calidad del gasto público. Las recientes reformas a la Ley Orgánica del
Presupuesto van en el camino correcto, pero son insuficientes. Un primer paso
es eliminar la nefasta e ilegal “deuda flotante”, aplicando una auditoría
confiable de su saldo y una estrategia transparente para su liquidación.
Algunos de los mensajes, encriptados o explícitos, son difíciles de
digerir pero, independientemente de que las autoridades estén o no de acuerdo
con las recomendaciones del FMI, bien vale la pena que las tomen en
consideración y las analicen con serenidad. Y mejor hacerlo ahora que las
circunstancias aún no apremian.
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