India y Guatemala son países que tienen muchas características
comunes; y tienen muchas otras que, aunque distintas, vale la pena comparar
Para un ciudadano indio, nuestro país puede parecer
difícil de entender. Ello es natural porque, geográficamente, India es el país
antípoda de Guatemala y, culturalmente, ambos países son, asimismo, totalmente
diferentes. Sin embargo, en el campo de la economía tienen muchas características
comunes y muchas otras que, aunque distintas, vale la pena comparar.
En el ámbito de las políticas macroeconómicas los dos
países han adoptado medidas correctas a lo largo de varios años que les han
permitido reducir significativamente su vulnerabilidad ante shocks externos:
déficits fiscales pequeños, política monetaria disciplinada con un régimen
cambiario relativamente flexible, déficit externo moderado, y reservas
monetarias internacionales abundantes para ser utilizadas en caso de presiones
financieras externas.
También existen similitudes en varios aspectos
negativos: la inversión extranjera es muy baja en ambos países (en comparación con
sus relativos tamaños y con las cantidades de inversión que atraen otros países
de similar nivel de desarrollo); además, la recaudación tributaria es
ineficiente, existe un gran desperdicio del gasto público (incluyendo en ambos
casos programas que despilfarran recursos en subsidios al transporte y en
reparto de fertilizantes, al tiempo que se invierte relativamente poco en salud
y educación), niveles de corrupción elevados, y mercados domésticos de capital
poco desarrollados (no existe, por ejemplo, un marco regulatorio específico
para procesos de quiebras e insolvencias).
Pero también existen muchas disimilitudes entre ambos
países. A diferencia de Guatemala, India ha avanzado en reformas estructurales y
cuenta desde hace muchos años con un servicio público de carrera y un sistema judicial
relativamente confiable. Pero quizá la diferencia más importante es que India
ha progresado velozmente en años recientes logrando reducir la tasa de pobreza
de un 45% de la población en 1994 a un 22% en 2012. En Guatemala la tasa de
pobreza sólo se redujo de 63% a 53% en el mismo periodo. India logró este rápido avance merced a que
su producción (medida por el PIB) ha crecido durante varios años a una tasa
promedio anual de 6.7% que, aunque recientemente se ha decelerado un poco,
revela que la creación de mejores empleos y el aumento de la productividad se
traduce no sólo en crecimiento económico sino en mayor bienestar.
Sin embargo, India aún enfrenta el reto de sacar de la
pobreza a 270 millones de personas y de mejorar el nivel de vida de cientos de
millones más. Un reciente estudio del McKinsey Global Institute sobre India
revela que, encima de la línea de pobreza, ese país debe emprender una serie de
acciones para mejorar la “línea de empoderamiento” que determina el nivel
mínimo de consumo que se requiere para satisfacer ocho necesidades básicas –alimentación,
energía, vivienda, agua potable, saneamiento, salud, educación y seguridad
social- a niveles suficientes para alcanzar un estándar de vida decente (no
sólo de subsistencia mínima).
Las reformas, ambiciosas pero económicamente lógicas,
que McKinsey propone para India se agrupan en cuatro áreas. Primero, acelerar
la creación de empleos para acomodar a la creciente fuerza de trabajo,
especialmente en la industria y los servicios, para lo cual el Estado debe
facilitar la apertura de negocios, aumentar la infraestructura física,
flexibilizar el mercado laboral y expandir la educación vocacional hacia los
más pobres.
Segundo, acelerar la productividad de la microempresa
rural invirtiendo en infraestructura física y reformas que mejoren el acceso al
mercado, a nuevas tecnologías y a servicios de extensión agrícola. Tercero,
aumentar el gasto público en servicios básicos de salud, energía, agua y
saneamiento. Y cuarto, hacer más efectivo el gasto público (incluyendo un
combate frontal a la corrupción) mediante estrategias que incorporen alianzas
del gobierno con los sectores empresarial y social, la participación activa de
las comunidades y el uso de tecnologías para eficientar y monitorear la
operación gubernamental.
No tiene por qué sorprender que estas políticas, que permitirían a los ciudadanos
alcanzar un sentido fundamental de seguridad económica, de oportunidad y de dignidad
ciudadana, sean evidente y razonablemente, extensibles de India a Guatemala.
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