viernes, 21 de marzo de 2014

De India a Guatemala

India y Guatemala son países que tienen muchas características comunes; y tienen muchas otras que, aunque distintas, vale la pena comparar
Para un ciudadano indio, nuestro país puede parecer difícil de entender. Ello es natural porque, geográficamente, India es el país antípoda de Guatemala y, culturalmente, ambos países son, asimismo, totalmente diferentes. Sin embargo, en el campo de la economía tienen muchas características comunes y muchas otras que, aunque distintas, vale la pena comparar.
En el ámbito de las políticas macroeconómicas los dos países han adoptado medidas correctas a lo largo de varios años que les han permitido reducir significativamente su vulnerabilidad ante shocks externos: déficits fiscales pequeños, política monetaria disciplinada con un régimen cambiario relativamente flexible, déficit externo moderado, y reservas monetarias internacionales abundantes para ser utilizadas en caso de presiones financieras externas.
También existen similitudes en varios aspectos negativos: la inversión extranjera es muy baja en ambos países (en comparación con sus relativos tamaños y con las cantidades de inversión que atraen otros países de similar nivel de desarrollo); además, la recaudación tributaria es ineficiente, existe un gran desperdicio del gasto público (incluyendo en ambos casos programas que despilfarran recursos en subsidios al transporte y en reparto de fertilizantes, al tiempo que se invierte relativamente poco en salud y educación), niveles de corrupción elevados, y mercados domésticos de capital poco desarrollados (no existe, por ejemplo, un marco regulatorio específico para procesos de quiebras e insolvencias).
Pero también existen muchas disimilitudes entre ambos países. A diferencia de Guatemala, India ha avanzado en reformas estructurales y cuenta desde hace muchos años con un servicio público de carrera y un sistema judicial relativamente confiable. Pero quizá la diferencia más importante es que India ha progresado velozmente en años recientes logrando reducir la tasa de pobreza de un 45% de la población en 1994 a un 22% en 2012. En Guatemala la tasa de pobreza sólo se redujo de 63% a 53% en el mismo periodo.  India logró este rápido avance merced a que su producción (medida por el PIB) ha crecido durante varios años a una tasa promedio anual de 6.7% que, aunque recientemente se ha decelerado un poco, revela que la creación de mejores empleos y el aumento de la productividad se traduce no sólo en crecimiento económico sino en mayor bienestar.
Sin embargo, India aún enfrenta el reto de sacar de la pobreza a 270 millones de personas y de mejorar el nivel de vida de cientos de millones más. Un reciente estudio del McKinsey Global Institute sobre India revela que, encima de la línea de pobreza, ese país debe emprender una serie de acciones para mejorar la “línea de empoderamiento” que determina el nivel mínimo de consumo que se requiere para satisfacer ocho necesidades básicas –alimentación, energía, vivienda, agua potable, saneamiento, salud, educación y seguridad social- a niveles suficientes para alcanzar un estándar de vida decente (no sólo de subsistencia mínima).
Las reformas, ambiciosas pero económicamente lógicas, que McKinsey propone para India se agrupan en cuatro áreas. Primero, acelerar la creación de empleos para acomodar a la creciente fuerza de trabajo, especialmente en la industria y los servicios, para lo cual el Estado debe facilitar la apertura de negocios, aumentar la infraestructura física, flexibilizar el mercado laboral y expandir la educación vocacional hacia los más pobres.
Segundo, acelerar la productividad de la microempresa rural invirtiendo en infraestructura física y reformas que mejoren el acceso al mercado, a nuevas tecnologías y a servicios de extensión agrícola. Tercero, aumentar el gasto público en servicios básicos de salud, energía, agua y saneamiento. Y cuarto, hacer más efectivo el gasto público (incluyendo un combate frontal a la corrupción) mediante estrategias que incorporen alianzas del gobierno con los sectores empresarial y social, la participación activa de las comunidades y el uso de tecnologías para eficientar y monitorear la operación gubernamental.
No tiene por qué sorprender que estas políticas, que permitirían a los ciudadanos alcanzar un sentido fundamental de seguridad económica, de oportunidad y de dignidad ciudadana, sean evidente y razonablemente, extensibles de India a Guatemala.

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