viernes, 21 de febrero de 2014

Después de la Crisis: Visión Optimista

Nuestro país sobrevivió esta crisis mundial de mejor manera que en otras crisis del pasado, y con menos problemas que los países vecinos
La semana pasada señalamos, en tono pesimista, que la gran crisis económica mundial del quinquenio pasado fue una oportunidad perdida para Guatemala ya que, a pesar de que nuestra economía superó con escasos rasguños los embates de la crisis, fracasó en las reformas (en educación, salud, infraestructura e instituciones) que eran necesarias para sacarle provecho (en términos de productividad y bienestar) a las muy favorables condiciones financieras que prevalecieron en los mercados internacionales, así como al nuevo entorno mundial post-crisis.
No obstante ello, es menester reconocer que nuestro país sobrevivió esta crisis mundial de mejor manera que en crisis anteriores (que fueron incluso de menor escala) y con un mejor desempeño que los países vecinos: la producción se estancó, pero no cayó; las exportaciones y el crédito cayeron, pero repuntaron luego rápidamente; la inflación y el tipo de cambio se mantuvieron bajo control. Viendo con lentes de optimismo, debemos admitir que este buen desempeño se debió a que, pese a todo, contamos con un conjunto aceptablemente bueno de instituciones y políticas macroeconómicas.
Un reciente documento de trabajo preparado por el economista José de Gregorio, publicado en diciembre  pasado por el Fondo Monetario Internacional –FMI-, sobre la capacidad de resistencia y adaptación de las economías latinoamericanas ante la crisis mundial, pone los focos sobre aquellos aspectos que nos permitieron defendernos exitosamente de las muy adversas condiciones económicas mundiales. Según dicho estudio, se pueden distinguir cinco factores clave.
El primero es que, cuando empezó la crisis, contábamos con buenas condiciones macroeconómicas: el déficit fiscal era bajo (menor a 2% del PIB), la deuda pública estaba bajo control, y la inflación era baja y estable; todo ello permitió enfrentar la crisis con políticas fiscales y monetarias moderadamente anticíclicas, lo cual contribuyó a aliviar los efectos de la crisis.
El segundo factor es el marco de flexibilidad del tipo de cambio; no es que el quetzal (a diferencia de otras monedas) se haya devaluado durante la crisis, sino que el simple hecho de saber que el tipo de cambio podía ajustarse eliminó la tentación de especular contra el valor de la moneda, lo cual conjuró el riesgo de movimientos cambiarios bruscos como los experimentados en crisis previas.
El tercero es que tuvimos buena suerte: antes de la crisis gozamos de buenas condiciones y precios internacionales que hicieron crecer el valor de las exportaciones; además, en el caso de Guatemala esta buena suerte se vio complementada por una base exportable cada vez más diversificada y con penetración creciente en nuevos mercados.
El cuarto factor es la solidez y buena regulación del sistema financiero: los indicadores de solvencia, utilidades y calidad de la cartera estaban en franca mejora antes de la crisis, y mejoraron aún más una vez superado el primer año del shock externo (2009), lo cual hizo posible que el sistema financiero pudiera reiniciar rápidamente (en 2010) el crecimiento del crédito al aparato productivo.
El quinto fue el elevado nivel de reservas monetarias internacionales (más de US$ 5 millardos en 2009) que se venían acumulando durante los años pre-crisis a fin de evitar una apreciación abrupta del quetzal; esos niveles de reservas ayudaron a disuadir cualquier ataque contra la moneda y a eliminar cualquier temor de impago de las deudas con el exterior, al tiempo que proporcionaron un colchón ante la amenaza de falta de financiamiento externo durante la crisis.
Puestos, pues, a ver el lado positivo de la crisis, debemos sacar la conclusión de que la prudencia en la política fiscal, aunada a la existencia de las reglas claras e institucionalizadas en las políticas monetaria y financiera, fueron elementos fundamentales en el accionar de las instituciones públicas que deberían preservarse como un valioso activo de la economía nacional.
La lección que nos deja la crisis mundial que parece estar finalizando es que, como país pequeño y abierto, debemos preservar a toda costa la disciplina macroeconómica pero, al mismo tiempo, debemos emprender cuanto antes las reformas estructurales que nos permitan, por fin, emprender una ruta sostenida de prosperidad y desarrollo integral.

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