domingo, 8 de septiembre de 2013

Tipo de Cambio y Nerviosismo

Pese al nerviosismo (injustificado) que ocasionó la semana pasada, el reciente aumento del tipo de cambio es simplemente normal y su magnitud, relativamente pequeña
En el último par de semanas abundaron las noticias que reportaban un alza en el tipo de cambio y las reacciones de inquietud por parte de algunos empresarios y políticos al respecto. El alza en el precio del dólar (que subió en agosto de Q7.84 a Q7.97), la primera que se produce en forma sensible en lo que va del año, aunque no fue realmente de una magnitud significativa, sí generó noticias y nerviosismo.
Sin embargo, tanto las noticias como el nerviosismo resultan francamente exagerados a la luz de las circunstancias que rodean el comportamiento cambiario reciente. Por un lado, a lo largo de los primeros siete meses del año el tipo de cambio ha permanecido extremadamente estable (excepto por una levísima apreciación ocurrida en las primeras semanas del año), por lo que es simplemente normal que –por fin- tenga algún movimiento; además, el tipo de cambio en Guatemala tiene una cierta estacionalidad que hacía prever, de cualquier modo, que habría algún alza en el valor de dólar a partir de agosto.
Por otro lado, los movimientos de capitales alrededor del mundo están mostrando una tendencia generalizada (aunque aún no se sabe si permanente) de un regreso de los capitales desde las economías emergentes hacia los Estados Unidos. El anuncio del banco central de ese país (la Reserva Federal) de un posible cese –en un futuro sin precisar- de su política monetaria expansiva ocasionó alzas en las tasas de interés estadounidense y una consiguiente llegada de capitales proveniente del resto del mundo, incluyendo posiblemente desde Guatemala, lo cual en algo habrá contribuido al reciente movimiento del tipo de cambio quetzal-dólar.
Los dos factores comentados explican que el reciente aumento del tipo de cambio es simplemente normal, pero también hay que indicar que la magnitud de aumento ha sido muy pequeña. De hecho, hace un año, el tipo de cambio era de Q7.96 por dólar, es decir que en un año la depreciación es de apenas un centavo o 0.1%. En contraste, y a manera de comparación con otros países con regímenes cambiarios similares al guatemalteco, la depreciación de sus respectivas monedas en el mismo periodo de tiempo ha sido de 5% en Colombia, 6% en Chile, 7% en Perú y 12% en Brasil.
En estos países, como en todos aquellos que manejan tipos de cambio flexibles, las fluctuaciones cambiarias no sólo son mucho más frecuentes sino que mucho más pronunciadas que las que vemos en Guatemala, por lo que los agentes económicos están habituados a este tipo de variaciones y han aprendido a diversificar las monedas en sus operaciones financieras y a realizar las coberturas cambiarias que les permitan minimizar los riesgos de pérdidas por las fluctuaciones cambiarias.
En Guatemala, en cambio, los agentes económicos se han malacostumbrado a un tipo de cambio muy estático por muchos años y, equivocadamente, creen que una moneda fuerte es el reflejo de una economía sana.  Como sociedad, deberíamos entender que, si tenemos un régimen de tipo de cambio flexible, es para que éste fluctúe (para arriba y para abajo) y los empresarios deberían hacer uso de los instrumentos que el mercado de futuros les ofrezca para protegerse de dichas fluctuaciones.
Para que el tipo de cambio sea en verdad flexible es necesario, por un lado, que el Banco de Guatemala relaje la regla de participación que actualmente aplica para comprar y vender divisas, pues la misma ha creado un ambiente de poca tolerancia ante la normal volatilidad del tipo de cambio y ha impedido que se desarrolle un mercado cambiario más profundo, líquido y activo. La segunda es que dicho mercado incluya un componente de productos derivados y a futuro para que los participantes se protejan ante los riesgos de fluctuaciones cambiarias.
Las autoridades y el público deberían perderle el temor a la flexibilidad del tipo de cambio, pues la misma ha mostrado su utilidad en otros países que, como el nuestro, privilegian la estabilidad de precios internos. Eso sí, para que el sistema de tipo de cambio flexible funcione, para que se aprovechen sus virtudes y se minimicen sus riesgos, la política económica en general, y el área fiscal en particular, deben evitar excesos (como por ejemplo, elevados déficits fiscales o niveles insostenibles de deuda pública) que amenacen la estabilidad de la moneda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTARIOS DE LOS LECTORES:

ENERGÍA ELÉCTRICA: SE ACABARON LAS VACAS GORDAS

URGEN MEDIDAS PARA EVITAR UN DÉFICIT DE SUMINISTRO   Durante años, el sistema eléctrico nacional tuvo un superávit de oferta; es decir, su c...