El crecimiento en el sector servicios contribuye
más a reducir la pobreza que el crecimiento en la agricultura
Durante mucho tiempo se enseñó a los niños
guatemaltecos que nuestro país era “eminentemente agrícola”, pero ese hace
mucho tiempo que dejó de ser cierto. El año pasado el sector primario
(compuesto por la producción agrícola, pecuaria y forestal) aportó menos del
14% del valor total producido por la economía nacional (medida por el Producto
Interno Bruto –PIB-). En contraste, el sector secundario o transformativo (que
incluye industria manufacturera, minería, generación de energía y construcción)
aportó un 24% del total. Eso deja al sector terciario o de servicios
(transporte, telecomunicaciones, comercio, servicios privados y públicos, intermediación
financiera), que aporta el 64% del PIB, como el sector más grande de la
economía nacional.
El sector terciario es, además, el más dinámico: mientras
que en los once años transcurridos desde 2001 el PIB creció a una tasa
acumulativa promedio de 3.5% cada año, el sector de servicios lo hizo a una
tasa de 4.7%; por su parte, el sector primario creció esos años en un promedio
de 3.1% y el sector secundario lo hizo en 2.4%. Esta terciarización de la producción
guatemalteca refleja un conjunto de facetas, positivas y negativas, de la
economía guatemalteca sobre las que merece la pena reflexionar.
En primer término, vele la pena preguntarse si para superar
el subdesarrollo es factible apostar por una economía de servicios. Veamos los
casos contrastantes de India y China, ambos reconocidos por su rápido
crecimiento económico. China ha crecido especializándose en la exportación de
bienes manufacturados, mientras que India lo ha hecho exportando servicios
modernos. El caso de India, entonces, parece demostrar que los países en
desarrollo pueden saltar directamente de la agricultura a los servicios como
una fuente de crecimiento, de creación de empleos y de reducción de la pobreza.
La industrialización no es, pues, la única ruta hacia
el desarrollo. Diversos estudios demuestran que los países con un alto
crecimiento en los servicios tienden a tener un alto crecimiento económico
general o, al contrario, que los países con alto crecimiento económico en
general tienen un crecimiento alto del sector servicios (sin que esté clara la
causalidad de esta relación). La experiencia de India muestra que la productividad
del trabajo en el sector servicios está por encima de la de la industria, y que
su crecimiento ha contribuido a reducir la pobreza.
Otros estudios indican que el crecimiento en el sector
servicios está más estrechamente vinculado a la reducción de la pobreza que el
crecimiento en la agricultura. Los servicios ayudan a reducir la pobreza porque
suelen ser intensivos en mano de obra y, por ende, proporcionan una dinámica fuente
de nuevos empleos; esos empleos, a su vez, generan ingresos que impulsan una
mayor demanda de bienes y servicios y, de nuevo, de fuentes de trabajo.
El potencial del sector servicios como motor del
desarrollo se base en que la globalización y la tecnología hacen que ahora (a
diferencia de hace veinte años) los servicios sean transables en los mercados
internacionales, lo cual ofrece a los países en desarrollo oportunidades
alternativas para encontrar nichos de mercado –más allá de la industria y la
agricultura- en los cuales especializarse.
Pero para aprovechar ese potencial, los servicios
deben trascender las muchas actividades de la economía informal menos modernas
y productivas que en la actualidad emplean a la mayoría de trabajadores que
viven en la pobreza (por ejemplo, chicleros, guardias de seguridad, ascensoristas)
y trasladarse –como en India- hacia los "servicios modernos de alto valor
" (como la informática y los servicios financieros) que creen puestos de
trabajo que respondan a las necesidades de una población cada vez más urbanizada,
que aumenten la productividad y que abran nuevos mercados de exportación.
Los desafíos para lograrlo son enormes (nuestro deficiente sistemas
educativo, la pobre infraestructura de comunicaciones, o los privilegios y las regulaciones
que inhiben la competencia, por ejemplo), pero hay que enfrentarlos porque,
aunque quizá un sector de servicios dinámico no sea suficiente para salir de la
pobreza, al menos da una esperanza razonable para la generación de empleos de
calidad que nuestro país necesita desesperadamente.
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