sábado, 10 de noviembre de 2012

El "Sector Cultural" de la Economía


La cultura y sus actividades generan flujos económicos, rentas y empleos que pueden --y deben- ser cuantificados. Ello nos permitiría tener una conciencia más clara del gigantesco potencial de la cultura en un país como Guatemala y de la consecuente conveniencia de darle un apoyo significativamente mayor.
La economía y la cultura se interrelacionan y afectan mutuamente. La cultura es, de acuerdo con la definición de la UNESCO, el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social y abarca, además de las artes y  las letras, los modos de vida, las maneras de convivir, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.
La economía, por su parte, es la rama del conocimiento humano que estudia el fenómeno de la escasez. En la medida en que las manifestaciones culturales (especialmente las artísticas o estéticas) son bienes escasos destinados a satisfacer las necesidades del espíritu humano, dichas manifestaciones pueden y deben ser objeto de análisis económico.
Al respecto, la semana pasada tuve el privilegio de impartir una charla sobre Economía y Cultura en el seminario de formación “Las Industrias Culturales y Creativas en Guatemala: El sector de las Artes Escénicas en Medios Urbanos”, organizado por OIKÓS (Observatorio Andaluz para la Economía de la Cultura y el Desarrollo) y el Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala. Del intercambio con los participantes resultó evidente que la cultura y la diversidad cultural son una fuente de desarrollo, no solamente en términos de crecimiento económico, sino también como medio de ampliar las opciones de oferta y elección que concede a los ciudadanos acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual más satisfactoria.
Las manifestaciones culturales (libros, música, filmes, artesanías, artes plásticas y escénicas) utilizan recursos para su realización que son valorados y transados en el sistema económico, y generan productos que tienen un valor de uso y de cambio para los que los demandan. Estas actividades tienen una dimensión económica, pues los procesos en los que se desarrollan tienen características de producción, intercambio y consumo. De manera que una parte considerable de la cultura genera un impacto similar al de otros sectores económicos, por lo que las actividades culturales dan lugar a un sector productivo que genera riqueza: el “sector cultural” de la economía.
En la medida en que se ha hecho cada vez más evidente que la cultura y sus actividades producen flujos económicos, rentas y empleos que pueden ser cuantificados, su estudio se ha revelado en años recientes como un campo muy amplio para el desarrollo teórico y aplicado de las ciencias económicas, dando lugar a una especialización conocida como Economía de la Cultura, que es la aplicación de la Ciencia Económica a la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios culturales.
La Economía de la Cultura, que como disciplina académica se está expandiendo principalmente en los países desarrollados, ha estado incursionando en el estudio de, por lo menos, tres aspectos de la cultura. En primer lugar las artes escénicas, como cultura viva en sus diferentes manifestaciones (por ejemplo, mediante estudios sobre el impacto económico que generan los festivales culturales). En segundo lugar, las industrias culturales, como cultura reproducible (por ejemplo, el análisis de la industria editorial o la de la música). Y, en tercer término, el patrimonio histórico o cultura acumulada (por ejemplo, mediante estudios del valor del acervo cultural material o inmaterial).
El tema es de particular relevancia para un país como Guatemala donde, de acuerdo a un estudio técnico elaborado en 2007 por el economista de la cultura Ernesto Piedras, el sector cultura genera el 7.26% del PIB –el triple que en Colombia o Chile-, crece a una tasa anual de 7.3% –más dinámico que la mayoría de sectores- y da empleo al 7.14% de la PEA.
La cultura es un ámbito por excelencia de la intervención pública que requiere instrumentos que la apoyen en la formulación de políticas culturales y económicas. El desarrollo de la Economía de la Cultura, aún incipiente en Guatemala, puede contribuir a generar tales instrumentos y a crear la necesaria conciencia que debe existir en todos quienes participan en la cadena de valor del sector cultural (en las etapas de creación, producción, distribución y consumo de los bienes y servicios culturales) respecto a que la creatividad es capaz de generar actividad económica y bienestar material y espiritual.

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