domingo, 18 de marzo de 2012

Energía Social Desperdiciada

El populismo ofrece soluciones mágicas que, por lo regular, desembocan en desastres cuando el remedio sale más caro que la enfermedad. El anti-estatismo (empezando por el de los anarco-capitalistas libertarios) debilita el sentido de Nación y contribuye a poner en riesgo la gobernabilidad. Ambas expresiones abonan a la proliferación de ONGs  que se oponen sistemáticamente a todo, pues a través de su activismo generalizado aseguran el sustento de la cooperación internacional. Los guatemaltecos debemos aprender del pasado para no repetirlo, y debemos esforzarnos por salir de la trampa de la infame olla de cangrejos en la que cada quien se contenta con el fracaso del vecino. Para ello es necesario que toda la energía social que se percibe en la realidad actual se canalice hacia construir (no a destruir) un mejor futuro.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS
ENERGÍA SOCIAL DESPERDICIADA

Las protestas en las calles y la toma de carreteras se han convertido en el primer recurso (en vez de ser el último, como en sociedades más evolucionadas) para expresar la oposición de diversos sectores y organizaciones sociales a determinadas medidas o actividades: en los últimos años ha habido un tsunami de protestas y disturbios contra políticas de gobierno y contra operaciones de inversión privada (minas, hidroeléctricas, fábricas, plantaciones, etcétera). El “poder de la calle” es, por una parte, resultado de la falta de representatividad y eficiencia de nuestro sistema de partidos políticos y, por otra, consecuencia de la tremenda debilidad del estado guatemalteco y sus instituciones, así como de una ausencia de sentido de nación que sea capaz de crear una visión de futuro compartido.
Estos movimientos sociales organizados pueden jugar un rol constructivo si se organizan en torno a reivindicaciones concretas generadoras de propuestas específicas; pero cuando únicamente se centran en esgrimir el poder de veto, sin proponer soluciones ni abrirse al diálogo, dificultan la agenda de desarrollo y debilitan aún más la institucionalidad, el estado y el sentido de nación. Resulta paradójico que este tipo de movimientos “anti-todo” se vean fortalecidos, probablemente sin querer, por algunos aliados inadvertidos.
Por ejemplo, los libertarios opuestos sistemáticamente a todo lo que suene a gobierno han predicado durante años un discurso anti-estatal que echó raíz en una población recelosa del gobierno debido a los terribles abusos de autoridad que manchan nuestra historia. El problema es que una población suficientemente desconfiada del gobierno es –azuzada por la retórica libertaria- tierra fértil para el discurso populista “anti-todo” que la seduce a luchar en contra de su propio interés de salir de la pobreza y la exclusión.
Otros que, aparentemente sin querer, contribuyen a que poblaciones enteras arriben al callejón sin salida de la oposición “anti-todo” son los ciudadanos noruegos, suecos u holandeses cuyos impuestos se convierten en millonarias contribuciones a ONGs que, supuestamente, deberían apoyar el combate a la pobreza en el Tercer Mundo pero que, muchas veces, sólo están interesadas en conservar el statu quo y perpetuar el círculo que les permita seguir recibiendo la generosa cooperación extranjera.
Curiosamente, en Guatemala los libertarios y las ONGs “anti-todo” parecen ser relativamente más abundantes que en otros países latinoamericanos, lo cual hace que aquí sea más difícil fortalecer la democracia representativa, robustecer al estado y construir un sentido de nación compartido por la mayoría de guatemaltecos. La gran cantidad y prominencia de ONGs activistas –que agrupan a intelectuales anticapitalistas, defensores de la madre tierra, clérigos, militantes del new age y bohemios- es indicativa de la ausencia de estado y de instituciones ciudadanas en el país.
Esa enorme energía social que las ONGs activistas canalizan hoy hacia protestas sin propuestas podría estar mejor utilizada en organizar a las comunidades para exigir y vigilar que el gobierno local y el nacional hagan buen uso de los impuestos y que implementen políticas que aseguren que los recursos del país se aprovechen hoy sin comprometer a las futuras generaciones. Nuestra sociedad debe aprender del pasado y salir de la tristemente célebre trampa de los cangrejos guatemaltecos.
Otros países lo han logrado. Alemania es hoy el pilar firme en el que aún se sostiene la economía europea, pero no siempre fue así: luego de una terrible hiperinflación los alemanes decidieron que “nunca más”, así que adoptaron las instituciones y reglas necesarias para evitar que tal situación se repitiera, y construyeron la masa ciudadana crítica que entiende y defiende tales instituciones y reglas.
Guatemala tiene que combatir monstruos más terribles que la hiperinflación, de manera que construir las instituciones, reglas y masa ciudadana crítica que necesitamos es una tarea muy compleja. No obstante ello, el potencial humano, el deseo ciudadano y el sentido de “nunca más” parecen estar aquí y debemos aprovecharlos. Pero si la insatisfacción popular se ve descarrilada por el anti-estatismo y por el populismo, todo ese potencial de energía social se verá desperdiciado.

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