domingo, 6 de noviembre de 2011

Motivo de Orgullo

Guatemala tiene tan pocos éxitos a nivel internacional, que bien vale la pena celebrar las medallas obtenidas en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Y también vale la pena sacar de ello algunas lecciones sobre el uso de los recursos presupuestarios de los que goza el deporte federado...
§ POLÍTICAS PÚBLICAS 
MOTIVO DE ORGULLO
El triunfo de nuestros deportistas en Guadalajara puede tener un efecto sutilmente importante en la conciencia colectiva 
Fue un triunfo histórico: 7 medallas de oro, 3 de plata y 5 de bronce en los Juegos Panamericanos, más que nunca antes. Un motivo real de orgullo para un para un país tan poco acostumbrado a los éxitos. Brol, Castellanos, Cordón, Franco, Gheorghe, Gómez, González, Hernández, Hess, Maegli, Ortiz, Quiyuch, Sánchez y Solórzano son apellidos que, en su hermosa diversidad étnica, se han inscrito con letra destacada y por mérito propio en el imaginario social guatemalteco.
El deporte, parafraseando a Valdano, es la cosa más importante de las menos importantes: el éxito de nuestros atletas representa un significativo (aunque pasajero) alivio moral para nuestro país en un año horrible que, además de una campaña electoral frívola, ha traído consigo el dolor de una nueva catástrofe natural, la angustia cotidiana de la inseguridad ciudadana, o el aumento lacerante del desempleo.
El triunfo en los panamericanos no sólo es histórico porque sumamos tantas medallas de oro (en unas solas justas) como en las quince participaciones panamericanas previas, ni sólo porque quedamos mejor ubicados en el medallero (en el puesto 11 de 42 países) que otros países con más tradición o recursos (como Puerto Rico, Chile, Perú o Jamaica), sino porque este progreso demuestra que los guatemaltecos podemos competir –y no sólo deportivamente- a nivel mundial.
El éxito panamericano no puede ser casualidad. Las razones de este desempeño deberán ser analizadas con calma cuando la emoción se calme. Pero es indiscutible que, entre ellas, destacan las características que exhibieron nuestros atletas: fueron humildes, pero tenaces; mostraron un gran corazón, no se sintieron menos que sus contendientes y fueron puro coraje.
Otra razón probable del éxito es que, ¡por fin!, los millones de quetzales de nuestros impuestos otorgados al deporte desde que la Constitución Política estableció un aporte presupuestario obligatorio han empezado a dar frutos. Aunque la forma en que se han gastado estos millonarios recursos a lo largo de los años ha sido extremadamente opaca, es evidente que el aporte constitucional le ha permitido a algunas federaciones deportivas (no a todas) democratizar el deporte de alto rendimiento mediante la búsqueda y rescate de talentos y el entrenamiento profesional de los deportistas destacados. Pero no hay que perder de vista que tales aportes han convertido al deporte en un negocio multimillonario de cuya ejecución presupuestaria los contribuyentes sabemos muy poco –excepto que, hasta ahora, no generaba muchas medallas-.
Puede ser debatible que estos dineros podrían estar mejor empleados en otros destinos, pero es incuestionable que sirven como un complemente económico insustituible para los deportistas cuyo nivel socioeconómico no les permitiría, sin tal ayuda, dedicar largas horas a entrenarse. Las personas requieren de cierto nivel de prosperidad antes de poder dedicarse prioritariamente al deporte: las medallas panamericanas son, bajo esa óptica, bienes suntuarios. Por eso es positivo que los medallistas reciban un premio económico por sus logros, no sólo porque se lo merecen, sino porque ello puede servir de incentivo para que otros potenciales deportistas se arriesguen a considerar el deporte como una actividad económicamente viable.
El dinero invertido en el deporte puede estar bien empleado si los éxitos internacionales contribuyen a la conciliación nacional y a fortalecer el tejido social, pues el deporte es una de las pocas cosas capaces de unir a los guatemaltecos. Para seguir construyendo sobre lo logrado, es esencial que las autoridades deportivas aprendan a rendir cuentas publicando, al menos, los estados financieros de la Confederación y sus afiliadas, debidamente auditados, así como informes periódicos de sus actividades, incluyendo evaluaciones de desempeño con base en estándares internacionales.
El triunfo de nuestros deportistas en Guadalajara puede tener un efecto sutilmente importante en la conciencia colectiva. Pocas veces como ahora tenemos motivos tan claros para sentirnos orgullosos y para conmovernos hasta las lágrimas cuando hemos visto ondear nuestra bandera y escuchado que el “¡Guatemala Feliz!” es, por una vez, verdad. Y eso no es poca cosa para una sociedad tan fracturada como la nuestra.

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