sábado, 27 de febrero de 2010

Sube y Baja

El tipo de cambio se mantuvo al alza el año pasado, en gran parte debido a la incertidumbre que provocó la crisis financiera mundial respecto de la disponibilidad de dólares para la actividad productiva. De pronto, a inicios de febrero, el tipo de cambio empieza a caerse rápidamente luego de que se publica una regulación bancaria que desalienta los préstamos en dólares, reduciendo su demanda. El martes pasado, que salió publicada la columna que hoy comparto con ustedes, fue el último día de esa caída. De pronto, el tipo de cambio volvió a subir. Todo esto ha sido motivo de quejas (las más visibles, las de la Cámara de Comercio cuando el tipo de cambio subía), de titulares de prensa, de columnas de opinión, de análisis económicos por parte de expertos, y de inquietudes y rumores en la calle. Si un mexicano, o un chileno, o un colombiano o un brasileño viera el gran alboroto que en Guatemala se arma por fluctuaciones que en esos países serían calificadas de insignificantes, se daría cuenta de inmediato que a los guatemaltecos nos falta mucho para aprender a vivir en el mundo del tipo de cambio flexible en el que estamos viviendo desde hace casi veinte años. Confío en que, eventualmente, aprendamos.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

SUBE Y BAJA

La reducción que ha mostrado el tipo de cambio del quetzal durante febrero ha tomado a algunos por sorpresa. Aún pueden verse, sorprendidos en toda su inutilidad, los carteles colocados hace algunos meses en algunas paradas de bus exigiendo a las autoridades dejar de “manipular” el valor del quetzal, cuyo tipo de cambio subía entonces sostenidamente. A pesar de que el sistema de tipo de cambio flexible se instauró en el país hace veinte años, a los guatemaltecos todavía nos cuesta acostumbrarnos a que esta variable es volátil por naturaleza y que puede cambiar de tendencia de forma repentina, tal como sucede en países como Brasil, Chile o México, que tienen regímenes cambiarios similares al de Guatemala (aunque mucho más volátiles), y donde empresarios y ciudadanía en general han aprendido a convivir tranquilamente con ese sube y baja.

Cualquier bien que se transa en un mercado tiene un precio, y el tipo de cambio es simplemente el precio de la moneda, que se expresa en términos de otra. Así, el quetzal tiene un valor en términos de dólar; el dólar tiene un precio en libras esterlinas; la libra tiene un valor en euros, etcétera; estos tipos de cambio están variando constantemente. Cuando el quetzal se deprecia respecto del dólar y el dólar, a su vez, se deprecia ante el euro, el quetzal se deprecia también frente al euro. Si uno mira en internet cualquier sitio de transacciones cambiarias, se dará cuenta de que estos tipos de cambio cruzados varían miles de veces por minuto. El mercado cambiario opera 24 horas diarias mediante transacciones electrónicas que tienen lugar en miles de centros financieros alrededor del mundo.

El tipo de cambio está determinado, como el precio de cualquier mercancía, por la interacción entre la oferta y lo demanda: cuando en Guatemala se compran muchos vehículos o pantalones vaqueros importados, o cuando se pagan deudas al exterior, el valor de dólar sube (el quetzal se deprecia). Igualmente, si los estadounidenses compran mucha azúcar o bananos guatemaltecos, o cuando nos otorgan préstamos, el valor del dólar en Guatemala baja (el quetzal se aprecia). Claro que el banco centrar a veces interviene para moderar la volatilidad del tipo de cambio (por eso el régimen se llama “de flotación sucia”), pero ningún banco central puede (ni debe) alterar la tendencia del mercado, pues su participación en un mercado tan amplio y complejo es como una gota de agua en una piscina.

El tipo de cambio se ve influido también por eventos económicos y políticos, así como por la inevitable actividad especulativa de los cambistas, quienes reaccionan rápidamente ante cualquier oportunidad de lograr ganancias y están siempre atentos tanto a los diferenciales entre las tasas de interés domésticas y externas, como a los riesgos de inestabilidad económica o política que los mueven a refugiarse en el dólar u otra moneda fuerte.

A veces mis amigos me preguntan si sé hacia dónde se moverá el tipo de cambio. Les respondo que nadie sabe a ciencia cierta la dirección que los mercados cambiarios van a tomar en el futuro cercano. Si lo supiera no estaría escribiendo esta columna, sino haciéndome millonario en el mercado cambiario. En un mundo en el que la información está disponible para todos instantáneamente, cualquier predicción del tipo de cambio es pura especulación.

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