jueves, 11 de febrero de 2010

Es lugar común decir que Guatemala es un país rico lleno de gente pobre. Es una afirmación que muchos podrán avalar y de la que muchos otros podrán disentir. Pero la reflexión inevitable que debemos hacer todos es que los indicadores sociales del país no se corresponden con su capacidad de general ingresos y que, por lo tanto, la pobreza extrema que afecta a una proporción enorme de la población guatemalteca debería ser inaceptable y que "algo" deberíamos hacer como sociedad y como Estado para reducir la pobreza. Y aquí, de nuevo, habrá muchos puntos de vista respecto de la mejor manera de combatir la pobreza; pero quizá un punto sobre el que podría haber convergencia de opiniones es sobre el rol central que la educación podría jugar para reducir la pobreza. Lamentablemente a esta convergencia de opiniones no acuden algunos dirigentes magisteriales que están acostumbrados a vivir bien, no de la educación, sino de la falta de ella.
Opinión | POLÍTICAS PÚBLICAS
Pobreza, equidad y educación
La falta de una adecuada educación podría ser el factor más importante que permite la persistencia de la desigualdad.

El objetivo último de la política económica es alcanzar de manera eficiente el mayor bienestar posible para la sociedad. En un país como Guatemala el logro de dicho bienestar pasa, necesariamente, por el logro de mayores tasas de crecimiento económico. El aumento en la producción se convierte, entonces, en el objetivo central de la política económica, lo cual no significa que no deban perseguirse simultáneamente otros objetivos importantes, como el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica o una más equitativa distribución de la riqueza.

Si el principal objetivo de la política económica es, pues, el crecimiento, entonces las políticas específicas (como la fiscal, la monetaria o la comercial) deben perseguir ese mismo objetivo. La cuestión relevante es de qué forma puede cada una de esas políticas contribuir a dicho objetivo. Por ejemplo, la mejor forma en que la política monetaria puede contribuir al crecimiento económico es mediante la preservación del poder de compra de la moneda. Por ende, es necesario mantener la inflación bajo control pues ésta distorsiona los precios relativos, crea incertidumbre y perjudica a los ahorrantes (a favor de los prestatarios), lo que desincentiva el ahorro, afectando la inversión y el crecimiento.

La pobreza es un fenómeno complejo, originado por múltiples causas, cuya naturaleza y manifestaciones cambian permanentemente en el tiempo. Por lo tanto, su combate requiere que se implemente un esquema de políticas que, a su vez, sea multifacético y flexible, basado en la construcción de consensos nacionales en torno a prioridades sociales que impliquen la participación y el compromiso de todos los actores involucrados. Si bien no hay recetas predefinidas para una política de combate a la pobreza, algunas experiencias exitosas en el continente americano permiten afirmar que tal política debe incluir, al menos, medidas que estimulen un crecimiento rápido y sostenible, así como una mayor inversión social en educación (especialmente en la de los más pobres) y en salud (incluyendo en nutrición infantil).

Algunos estudios sostienen que existe una relación de doble causalidad entre la pobreza y la desigualdad en la distribución de la riqueza. Esta relación explicaría en buena parte la paradoja que surge al ver que, pese a los esfuerzos de reforma estructural, la reducción de la pobreza y de la desigualdad tarda mucho en llegar. El problema parece radicar en que las políticas tradicionales de ajuste y de reforma estructural no han concedido a la distribución de los activos la importancia que merece como determinante de la pobreza.

Lo anterior implica la necesidad de que, adicionalmente a las medidas tradicionales de reforma estructural, se apliquen otras medidas encaminadas a dotar a los pobres de mayor acceso a las posibilidades de desarrollo personal, incluyendo mejores derechos de propiedad, acceso al crédito y, sobre todo, acceso a una buena educación. La falta de una adecuada educación podría ser el factor más importante que permite la persistencia de la desigualdad y del aumento de la pobreza en las nuevas generaciones. Por eso llora sangre que dentro del propio gremio magisterial estén quienes, jugando a politiqueros tercermundistas, se oponen al progreso y a la reforma educativa.



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Luis Arriaza 09-02-2010 10:28:20 horas
Felicitación Mario. Créame que sus columnas son de las pocas en toda la prensa nacional que vale la pena leer. Su conocimiento en materia económica y su visión general de país es clara y concisa.
JOSUE AUGUSTO PEREZ FIGUEROA 09-02-2010 20:32:54 horas
La pobreza no tiene origen conocido. Todos nacemos pobres. Lo que sí tiene explicación es la causa de la riqueza. Y también porque esa causa de la riqueza no es socializada. El padre pobre enseña a su hijo a ser pobre. El padre rico enseña a su hijo a ser rico. La esclavitud humana, que supuestamente fue derrumbada, creó seres sin educación y es lo que trasmiten a sus hijos: Siguen siendo esclavos. He ahí la importancia de la educación.

OTTO MORÁN
Don Mario:
Gusto en saludarlo
Equidad es lo que necesitan los pobres, pero en Guatemala la ley tributaria estrangula a los pequeños emprendedores.
No se si se ha dado cuenta de la ingratitud e inequidad que sufren.
Lo invito a leer lo que descubri.
Atentamente
Otto Moran


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