El futuro puede ser, incluso, superior (una reflexión para el fin de año)
Parece inevitable que, al llegar a cierta edad, el ser humano y sus coetáneos nos inclinemos a creer que “todo tiempo pasado fue mejor”. Puede ser que la tendencia de las personas a romantizar el pasado tenga que ver con factores emocionales o culturales: tendemos, con el tiempo a recordar especialmente las experiencias positivas y a enterrar en el subconsciente las negativas; tendemos, también con la edad, a volvernos menos receptivos a las nuevas tendencias, tecnologías o cambios culturales. La música, la moda, las películas, las normas sociales de nuestros años de formación suelen moldear nuestra identidad y por eso solemos a apreciarlos más.Pero las normas y valores sociales van evolucionando,
inevitablemente, y ello lleva a creer a muchos -en medio del torbellino de
rápidos cambios tecnológicos y culturales que pueden resultar abrumadores- que
la sociedad se está deteriorando en comparación con los "viejos
tiempos". Y no; en realidad no todo tiempo pasado fue mejor. Aunque el
pasado tenga innegables aspectos positivos (como los vínculos comunitarios más
fuertes o una menor degradación ambiental), es importante reconocer que cada
época tiene sus desafíos y logros únicos. Si romantizamos el pasado podemos
cegarnos ante los evidentes avances que nuestro mundo ha experimentado en muchos
campos como la tecnología, el bienestar material o la salud. Comprender esta
realidad es esencial para que, sin dejar de apreciar el pasado, podamos al
mismo tiempo mantener el compromiso con el presente y la esperanza en el
futuro.
Los últimos 60 años han sido testigos de trascendentales
avances para la humanidad que nos llaman a perseverar para que esa tendencia
continúe por mucho tiempo: la esperanza de vida ha aumentado a nivel mundial;
muchas enfermedades que antes eran mortales ahora se pueden prevenir o curar; la
pobreza extrema en el mundo ha disminuido del 42% en 1981 a menos del 10% hoy,
pese al crecimiento de la población; la proporción de personas con acceso a la
electricidad ha aumentado de un 50% en 1970 a casi 90% en 2020; y, el acceso al
agua potable también se ha ampliado enormemente.
La tecnología informática no solo nos permite ahora
mantenernos en contacto con los seres queridos, sino que nos da la posibilidad
de acceder e intercambiar conocimientos de forma gratuita, inmediata y casi
ilimitada. Las tasas de alfabetización a nivel mundial han aumentado del 70 %
en 1970 a más del 86 % en 2021 y más personas que nunca asisten a la
universidad, particularmente las mujeres, que han ganado acceso a oportunidades
profesionales que antes eran limitadas.
Las sociedades evolucionan, casi siempre para bien. Si apreciemos
lo que hemos avanzado, el recuerdo del pasado no debería ser una añoranza, sino
una inspiración para seguir progresando. Si el mundo redujo la pobreza extrema
en los últimos 60 años, podrá seguir lo haciendo con las nuevas tecnologías que
crean oportunidades para todos. La tecnología seguirá nivelando el campo de
juego y la próxima generación estará más informada y empoderada que nunca, permitiendo
que más persona en más lugares, aprendan, innoven y triunfen.
Si el tiempo pasado fue bueno, el presente y el futuro pueden ser mucho mejores. Nuestro desafío es el de potenciar el ímpetu y creatividad de nuestros hijos y nietos, no solo mediante nuestro ejemplo, consejo y mentoría, sino mediante el rescate y fortalecimiento de los principios e instituciones de la democracia liberal y del libre comercio, que propiciaron el progreso del último siglo y sobre cuya base puede erigirse una era de progreso en las próximas décadas. ¡Feliz 2025!