lunes, 23 de diciembre de 2024

¿TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR?

El futuro puede ser, incluso, superior (una reflexión para el fin de año)

Parece inevitable que, al llegar a cierta edad, el ser humano y sus coetáneos nos inclinemos a creer que “todo tiempo pasado fue mejor”. Puede ser que la tendencia de las personas a romantizar el pasado tenga que ver con factores emocionales o culturales: tendemos, con el tiempo a recordar especialmente las experiencias positivas y a enterrar en el subconsciente las negativas; tendemos, también con la edad, a volvernos menos receptivos a las nuevas tendencias, tecnologías o cambios culturales. La música, la moda, las películas, las normas sociales de nuestros años de formación suelen moldear nuestra identidad y por eso solemos a apreciarlos más.

Pero las normas y valores sociales van evolucionando, inevitablemente, y ello lleva a creer a muchos -en medio del torbellino de rápidos cambios tecnológicos y culturales que pueden resultar abrumadores- que la sociedad se está deteriorando en comparación con los "viejos tiempos". Y no; en realidad no todo tiempo pasado fue mejor. Aunque el pasado tenga innegables aspectos positivos (como los vínculos comunitarios más fuertes o una menor degradación ambiental), es importante reconocer que cada época tiene sus desafíos y logros únicos. Si romantizamos el pasado podemos cegarnos ante los evidentes avances que nuestro mundo ha experimentado en muchos campos como la tecnología, el bienestar material o la salud. Comprender esta realidad es esencial para que, sin dejar de apreciar el pasado, podamos al mismo tiempo mantener el compromiso con el presente y la esperanza en el futuro.

Los últimos 60 años han sido testigos de trascendentales avances para la humanidad que nos llaman a perseverar para que esa tendencia continúe por mucho tiempo: la esperanza de vida ha aumentado a nivel mundial; muchas enfermedades que antes eran mortales ahora se pueden prevenir o curar; la pobreza extrema en el mundo ha disminuido del 42% en 1981 a menos del 10% hoy, pese al crecimiento de la población; la proporción de personas con acceso a la electricidad ha aumentado de un 50% en 1970 a casi 90% en 2020; y, el acceso al agua potable también se ha ampliado enormemente.

La tecnología informática no solo nos permite ahora mantenernos en contacto con los seres queridos, sino que nos da la posibilidad de acceder e intercambiar conocimientos de forma gratuita, inmediata y casi ilimitada. Las tasas de alfabetización a nivel mundial han aumentado del 70 % en 1970 a más del 86 % en 2021 y más personas que nunca asisten a la universidad, particularmente las mujeres, que han ganado acceso a oportunidades profesionales que antes eran limitadas.

Las sociedades evolucionan, casi siempre para bien. Si apreciemos lo que hemos avanzado, el recuerdo del pasado no debería ser una añoranza, sino una inspiración para seguir progresando. Si el mundo redujo la pobreza extrema en los últimos 60 años, podrá seguir lo haciendo con las nuevas tecnologías que crean oportunidades para todos. La tecnología seguirá nivelando el campo de juego y la próxima generación estará más informada y empoderada que nunca, permitiendo que más persona en más lugares, aprendan, innoven y triunfen.

Si el tiempo pasado fue bueno, el presente y el futuro pueden ser mucho mejores. Nuestro desafío es el de potenciar el ímpetu y creatividad de nuestros hijos y nietos, no solo mediante nuestro ejemplo, consejo y mentoría, sino mediante el rescate y fortalecimiento de los principios e instituciones de la democracia liberal y del libre comercio, que propiciaron el progreso del último siglo y sobre cuya base puede erigirse una era de progreso en las próximas décadas. ¡Feliz 2025!

lunes, 9 de diciembre de 2024

VALORES ECONÓMICOS QUE SE ESTÁN PERDIENDO


 El libre comercio y la disciplina fiscal están bajo amenaza de los populismos de izquierda y derecha

Hasta hace pocos años existía un sentir -relativamente generalizado entre los hacedores de políticas económicas e, incluso, entre la clase política- en cuanto al rol crucial que el libre comercio entre países y el mantenimiento de la disciplina fiscal a nivel doméstico jugaban para el progreso de las naciones. Sin embargo, ese consenso (que surgió a raíz de las múltiples crisis económicas que el proteccionismo comercial y el despilfarro fiscal generaron el siglo pasado) parece estar retrocediendo a pasos agigantados, lo que podría tener ingratas consecuencias económicas para Guatemala.

En efecto, el libre comercio ha sido una fuerza impulsora del progreso global desde hace más de cien años: con el acceso a nuevos mercados se logran economías de escala, mayor especialización y eficiencia, mejor tecnología y más opciones para los consumidores, lo que genera crecimiento económico y bienestar. Pero, en años recientes, una ola mundial de nacionalismos a nivel político se ha manifestado en medidas proteccionistas (aranceles, cuotas y otras barreras al comercio). Esta preocupante tendencia amenaza con reducir los flujos comerciales, obstaculizar la innovación, atrofiar las cadenas de suministros y aumentar los precios, lo que puede entrañar consecuencias severas para países como Guatemala, que dependen del acceso a los mercados globales para exportar y para abastecer el aparato productivo.

De manera similar, los países que han sido fiscalmente responsables -con bajos déficits fiscales y niveles de deuda sostenibles- han experimentado un mejor desempeño económico en términos de estabilidad y crecimiento. Pero el surgimiento de varios gobiernos populistas (de izquierdas y derechas) alrededor del planeta en años recientes está poniendo “de moda” políticas contrarias a la disciplina fiscal. Muy probablemente esas políticas acarrearán un aumento del costo de la deuda, un encarecimiento del crédito para toda la economía y un deterioro en la calificación de riesgo-país. Resulta preocupante que esa tendencia hacia una menor disciplina fiscal esté empezando a cobrar ímpetu en Guatemala -como lo sugiere el recién aprobado Presupuesto del Estado para 2025-.

El peligro es real y próximo. Los partidos políticos, conservadores y progresistas, aunque separados en aspectos ideológicos, están convergiendo perversamente cuando se trata de aplicar medidas que restringen el comercio y aumentan el déficit fiscal. La simpatía de los propios votantes favorece cada vez más las ideas proteccionistas y de expansión del gasto público. El libre comercio y la responsabilidad fiscal, pese a sus demostrados beneficios, están perdiendo la batalla de la opinión pública.

Es necesario que se recobre la conciencia de que, en un mundo interconectado, las barreras al comercio pueden conducir a un menor crecimiento, a un menor bienestar de los consumidores y mayores tensiones geopolíticas. Es necesario también recobrar la conciencia de que la indisciplina fiscal populista puede conducir a inestabilidad, menor crecimiento y, en casos graves, crisis económicas.

Las crecientes barreras al comercio y déficits fiscales en todo el mundo deben ser contrarrestados con mayor apertura económica y mayor prudencia fiscal, pero ello requiere que las fuerzas políticas ya no sigan avanzando en la dirección opuesta. Los académicos, los hacedores de políticas pública, los líderes sociales y los votantes deben converger hacia estrategias viables que permitan posicionar la apertura comercial y la sostenibilidad fiscal en el centro del debate público, en un entorno cada vez más adverso a esos valores.

ENTRE RISAS Y REZAGOS

Guatemala sonríe más de lo que progresa… y eso debería preocuparnos En semanas anteriores, mientras el país celebraba la clasificación de la...