sábado, 6 de febrero de 2021

Dolor y Esperanza

 DOLOR Y ESPERANZA 

Mañana sepultaremos el cuerpo de Irma Lara Leonardo. Sabemos, sin embargo, que su alma ha sido ya acogida por su Padre Eterno. Y sabemos también que, a su paso por esta tierra, Irma dejó sembradas miles de semillas, algunos de cuyos frutos se manifiestan, aquí y ahora, en las muchas muestras de cariño y homenaje que recibe de quienes nos han estado acompañando en persona y en espíritu.

 La historia de su vida estuvo, como la de Job, llena de obstáculos y profundos sufrimientos: la trágica pérdida de su padre; las penurias económicas con sus hermanitos; una válvula coronaria dañada por una difteria mal cuidada (ella contaba que cuando se la diagnosticaron, el día que yo nací, le pronosticaron unos 5 años más de vida… y apenas fallaron por 40 años); una viudez prematura a causa de la violencia que no deja de ensañarse con Guatemala y que le arrebató a su amado; nuevas penurias económicas para sacarnos adelante; una inesperada y dolorosísima muerte de su hija; un cáncer agresivo -superado con el martirio de la quimio y radio-terapia-; una operación a corazón abierto -para ganar unos años extra y cumplir con las encomiendas que Dios le asignó-; y, por fin, la reciente muerte del hijo primogénito, afectado por una larga enfermedad que ella ayudó a hacer más leve y llevadera. Su corazón, por supuesto, por fin se agotó… y falló por ser tan grande. Pero solo después de haber cumplido con su misión.

 Pero también -y sobre todo- su historia es una historia de esperanza: todos los golpes y sufrimientos los vivió siempre con una extraordinaria esperanza, con optimismo y hasta con alegría. Siempre pidió que le trajeran mariachis a su entierro (la pandemia nos ha dado la excusa para no poder cumplirle). El consuelo que ella recibió de lo Alto, lo transmitió a muchos otros cuando los consolaba en sus tristezas con su palabra oportuna, sabia y solidaria. Y siempre estuvo agradecida y enamorada de una vida que, pese a sus dolores, también estuvo llena de momentos felices -grandes y pequeños- que ella disfrutó al máximo.

 Su vida fue, y será, un auténtico testimonio de Fe. De una Fe firme, verdadera, acrisolada, a prueba de todo. Su ejemplo de Fe es la gran herencia que nos deja… y que debe ser también un compromiso. Compromiso de honrar su memoria con nuestras propias vidas, viviéndolas con esperanza y alegría, siguiendo su ejemplo imborrable.

 Apenas ayer viernes, la liturgia nos daba estas palabras de Sabiduría, que parecen haber sido escritas -hace siglos- para mi madre:

 Las almas de los justos están en las manos de Dios

y no los alcanzará ningún tormento.

Los insensatos pensaban que los justos habían muerto,

que su salida de este mundo era una desgracia

y su salida de entre nosotros, una completa destrucción.

Pero los justos están en paz.

 La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo,

pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad.

Después de breves sufrimientos

recibirán una abundante recompensa,

pues Dios los puso a prueba

y los halló dignos de sí.

Los probó como oro en el crisol

y los aceptó como un holocausto agradable.

 En el día del juicio resplandecerán

y se propagarán como chispas en un cañaveral.

 Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos,

y el Señor reinará eternamente sobre ellos.

 Los que confían en el Señor comprenderán la verdad

y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado,

porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.

(Sabiduría 3, 1-9)

 AMÉN

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