El confinamiento impuesto a causa del Covid-19 ha
ocasionado shocks de oferta y de demanda sobre todos los sectores de la
actividad económica. Para moderar esos efectos el gobierno se endeudó por más
de Q20 millardos para lanzar salvavidas financieros a los afectados mediante
sus programas de emergencia, entre los que se incluyen las transferencias de
efectivo, el reparto de alimentos, el apoyo económico a empleados suspendidos,
la posposición del pago de impuestos o contribuciones, y la concesión de préstamos
de emergencia a empresas.
Aunque, desafortunadamente, la ejecución de la mayoría
de estos programas ha sido muy lenta, algunos de esos programas de emergencia, si
lograran rediseñarse adecuadamente, podrían ser de utilidad para apoyar la
reactivación de la economía. De todos ellos, los programas de concesión de
préstamos pueden tener un mejor potencial para la reactivación. Para el efecto,
no solo deben ser reestructurados (quizá reconvirtiéndolos en fondos de garantía
u otros vehículos financieros de propósito especial) sino que deben blindarse
mediante un buen diseño de gobernanza para asegurar que los recursos monetarios
lleguen a los destinos que más contribuyan a la reactivación.
Para algunos sectores económicos, el apoyo financiero
les ayudará a salir a flote de la crisis generada por la pandemia. Para otros
sectores -aquellos que ya enfrentaban problemas antes de la pandemia- el apoyo
gubernamental debe servirles para reestructurare y adaptarse al cambio tecnológico
estructural. No hay que olvidar que la crisis del Covid-19 está, por una parte,
acelerando y profundizando ciertas tendencias económicas pre existentes -como
el aumento de las compras en línea- y, por otra, cambiando muchos otros
patrones de consumo -viajes, entretenimiento, turismo, etcétera-.
La transición entre la reapertura de actividades y la
reactivación económica no va a ser un proceso sencillo. Hasta ahora, las
políticas públicas y privadas se han centrado en el alivio inmediato de los
efectos de la pandemia. Pero para que la recuperación económica sea robusta, es
menester diseñar y aplicar nuevas políticas y acciones. Los recursos fiscales
abundantes (fondeados con endeudamiento público) con que contará el gobierno
este año y el próximo deben blindarse para no ser desperdiciados en los programas
opacos y fracasados del pasado (como el Fopavi o los “bonos familia”, por
ejemplo). Al contrario, esos fondos deben reencauzarse hacia nuevos programas
que viabilicen y promuevan la actividad empresarial generadora de empleos.
Algunas empresas pueden necesitar financiamiento (por
eso serán importantes los fondos de garantía), mientras que otras se
beneficiarían más de cambios regulatorios que faciliten los negocios; por
ejemplo, serán útiles los programas de capacitación laboral para adaptarse a
las nuevas tendencias productivas y tecnológicas post crisis. Pero, por encima
de todo, el esfuerzo de reactivación debe incluir medidas para reestructurar y
fortalecer las principales instituciones del Estado (es decir, los sistemas de
servicio civil, de salud pública, de estadística, electoral, de justicia,
etcétera) necesarias para que florezcan los negocios. La pandemia ha reforzado
la necesidad de las reformas. Nos estamos jugando el futuro, no solo en
términos de producción y competitividad, sino también en cuanto al bienestar de
las personas y de la sociedad en general. Es ahora cuando los líderes políticos
y empresariales deben tener la visión y la iniciativa para que Guatemala pueda
salir de esta crisis más fortalecida y mejor preparada para un futuro
desafiante.
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