sábado, 16 de marzo de 2013

De Grandes Sueños y Distractores


Si no se empieza por lo esencial –que, para empezar, implica cumplir con las obligaciones básicas-, los grandes sueños se convierten (sean bien o malintencionados) en distractores.
Soñar no cuesta nada, y plantearse grandes objetivos puede ser una buena guía para encauzar los esfuerzos en materia de política pública. Lo que hay que evitar es que, por estar soñando y buscando soluciones grandiosas, se nos olvide que lo más importante es hacer el trabajo diario, perseverar en los pequeños objetivos cotidianos y de cumplir con las responsabilidades esenciales.
Sería ideal, por ejemplo, que las alcaldías tuvieran recursos suficientes para prestar eficientemente servicios agua, ornato, transporte, seguridad, salubridad y cultura; pero para ello habría que evitar que alcaldes como el de Santa Bárbara (detenido él y su séquito con armas de grueso calibre y gorros pasamontaña) o el de La Antigua (sindicado de lavado de dinero, asociación ilícita, abuso de autoridad y estafa) utilicen su puesto para perpetrar actos delincuenciales. El trabajo sencillo, esencial, primario que hace falta es que la Contraloría de Cuentas supervise sistemáticamente a las municipalidades.
También sería ideal contar con políticas de desarrollo rural que de verdad ayudaran a las familias que viven en condiciones de infra-subsistencia. Pero antes habría que empezar por desmantelar programas ineficientes como el nefasto reparto de fertilizantes, que según diversos estudios bien fundamentados es infectivo, causa un enorme desperdicio de recursos y es fuente de corrupción. El trabajo cotidiano que se requiere es reasignar recursos financieros y humanos a áreas que sí generen desarrollo rural, como la construcción de caminos rurales, el extensionismo agrícola o los programas de riego.
Sería ideal realizar una reforma educativa profunda que incluyera un cambio en el enfoque, tiempo y pensum de estudios para la carrera de magisterio; pero antes sería mejor ocuparse de arreglar el desastre administrativo en el manejo de las plazas para maestros. El trabajo diario que hay que hacer es el de supervisar sistemáticamente el trabajo de las escuelas y sus maestros, idealmente con el involucramiento de los padres de familia (curiosamente, muchos de quienes en su momento se opusieron a la participación de los padres, se oponen hoy a la reforma magisterial).
Lo ideal sería que las instituciones autónomas recibieran puntualmente los aportes que por mandato constitucional deben recibir, pero antes es de justicia que dichas entidades (USAC, CDAG, municipalidades) revelaran pública, periódica y sistemáticamente en qué se han gastado los recursos que paga el pueblo de Guatemala con sus impuestos. Poco esfuerzo debería tomarles el trabajo diario de llevar una contabilidad transparente, publicar sus estados financieros y someterse anualmente a una auditoría externa.
Sería también ideal contar con un sistema institucional para atraer inversiones y promover exportaciones, o contar con un canal seco pletórico de modernos puertos y tecnología de punta a lo largo del camino; pero mientras los puertos, aeropuertos y fronteras estén completamente vulnerables al contrabando y al tráfico de ilícitos, sólo se van a atraer inversionistas de alto riesgo (y poca calidad) y los exportadores deberán seguirse batiendo contra el mundo por su propia cuenta. La labor primaria del Estado debería ser la de recuperar y fortalecer las instituciones a cargo de sus fronteras y puertos.
Lo ideal sería contar con cárceles seguras y equipadas con alta tecnología, pero primero habría que corregir las terribles distorsiones que permiten a los reos salir de paseo cuando quieren y ser ellos mismos quienes “auto-gestionan” las cárceles con su sistema de privilegios que incluye televisores, cocinas y apartamentos de lujo en los centros de reclusión. La tarea diaria debiese ser eliminar el desorden administrativo y la corrupción que plagan el sistema penitenciario.
Antes que soñar en canales interoceánicos imaginarios, en cárceles ultra-modernas, en avanzadas reformas magisteriales, en educación superior altamente tecnificada, o en ir a un mundial de futbol, hay que empezar por lo primero (aunque sea menos glamoroso): recuperar la administración proba, transparente e íntegra de las instituciones públicas corroídas por el desorden, la corrupción y la delincuencia. Si no se empieza por el principio, los sueños (por bien intencionados que sean) se convierten en perjudiciales distractores.

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