Si no se empieza por lo esencial –que, para empezar, implica cumplir
con las obligaciones básicas-, los grandes sueños se convierten (sean bien o malintencionados) en distractores.
Soñar no cuesta nada, y plantearse grandes objetivos
puede ser una buena guía para encauzar los esfuerzos en materia de política
pública. Lo que hay que evitar es que, por estar soñando y buscando soluciones
grandiosas, se nos olvide que lo más importante es hacer el trabajo diario,
perseverar en los pequeños objetivos cotidianos y de cumplir con las
responsabilidades esenciales.
Sería ideal, por ejemplo, que las alcaldías tuvieran
recursos suficientes para prestar eficientemente servicios agua, ornato, transporte,
seguridad, salubridad y cultura; pero para ello habría que evitar que alcaldes
como el de Santa Bárbara (detenido él y su séquito con armas de grueso calibre
y gorros pasamontaña) o el de La Antigua (sindicado de lavado de dinero,
asociación ilícita, abuso de autoridad y estafa) utilicen su puesto para
perpetrar actos delincuenciales. El trabajo sencillo, esencial, primario que
hace falta es que la Contraloría de Cuentas supervise sistemáticamente a las
municipalidades.
También sería ideal contar con políticas de desarrollo
rural que de verdad ayudaran a las familias que viven en condiciones de
infra-subsistencia. Pero antes habría que empezar por desmantelar programas
ineficientes como el nefasto reparto de fertilizantes, que según diversos
estudios bien fundamentados es infectivo, causa un enorme desperdicio de
recursos y es fuente de corrupción. El trabajo cotidiano que se requiere es
reasignar recursos financieros y humanos a áreas que sí generen desarrollo
rural, como la construcción de caminos rurales, el extensionismo agrícola o los
programas de riego.
Sería ideal realizar una reforma educativa profunda
que incluyera un cambio en el enfoque, tiempo y pensum de estudios para la
carrera de magisterio; pero antes sería mejor ocuparse de arreglar el desastre
administrativo en el manejo de las plazas para maestros. El trabajo diario que
hay que hacer es el de supervisar sistemáticamente el trabajo de las escuelas y
sus maestros, idealmente con el involucramiento de los padres de familia
(curiosamente, muchos de quienes en su momento se opusieron a la participación
de los padres, se oponen hoy a la reforma magisterial).
Lo ideal sería que las instituciones autónomas
recibieran puntualmente los aportes que por mandato constitucional deben
recibir, pero antes es de justicia que dichas entidades (USAC, CDAG,
municipalidades) revelaran pública, periódica y sistemáticamente en qué se han
gastado los recursos que paga el pueblo de Guatemala con sus impuestos. Poco
esfuerzo debería tomarles el trabajo diario de llevar una contabilidad
transparente, publicar sus estados financieros y someterse anualmente a una
auditoría externa.
Sería también ideal contar con un sistema
institucional para atraer inversiones y promover exportaciones, o contar con un
canal seco pletórico de modernos puertos y tecnología de punta a lo largo del
camino; pero mientras los puertos, aeropuertos y fronteras estén completamente
vulnerables al contrabando y al tráfico de ilícitos, sólo se van a atraer
inversionistas de alto riesgo (y poca calidad) y los exportadores deberán
seguirse batiendo contra el mundo por su propia cuenta. La labor primaria del
Estado debería ser la de recuperar y fortalecer las instituciones a cargo de
sus fronteras y puertos.
Lo ideal sería contar con cárceles seguras y equipadas
con alta tecnología, pero primero habría que corregir las terribles
distorsiones que permiten a los reos salir de paseo cuando quieren y ser ellos
mismos quienes “auto-gestionan” las cárceles con su sistema de privilegios que
incluye televisores, cocinas y apartamentos de lujo en los centros de
reclusión. La tarea diaria debiese ser eliminar el desorden administrativo y la
corrupción que plagan el sistema penitenciario.
Antes que soñar en canales interoceánicos imaginarios, en cárceles
ultra-modernas, en avanzadas reformas magisteriales, en educación superior
altamente tecnificada, o en ir a un mundial de futbol, hay que empezar por lo
primero (aunque sea menos glamoroso): recuperar la administración proba,
transparente e íntegra de las instituciones públicas corroídas por el desorden,
la corrupción y la delincuencia. Si no se empieza por el principio, los sueños
(por bien intencionados que sean) se convierten en perjudiciales distractores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE LOS LECTORES: