domingo, 11 de marzo de 2012

Cáncer: Lucha y Esperanza

Las enfermedades catastróficas, como el cáncer, los no sólo por sus efectos en la salud del enfermo, sino por los estragos que causan en el ánimo, las finanzas, y la familia de quienes las padecen, así como en el bienestar de la sociedad en su conjunto. Quienes lo hemos sufrido en carne propia podemos testificar el desgastante efecto emocional, físico y financiero del cáncer.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS
CÁNCER: LUCHA Y ESPERANZA
El sábado pasado se conmemoró el Día Mundial Contra el Cáncer, cuando varias organizaciones guatemaltecas se manifestaron para motivar a la sociedad y, especialmente, al gobierno para priorizar las acciones para combatir esta enfermedad. En buena hora, pues el cáncer es un problema de salud creciente en los países en vías de desarrollo, pues en la medida en que aumentan los estándares de vida y de urbanización, así aumentan los estilos de vida poco saludables que redundan en la proliferación de enfermedades crónicas como las cardiovasculares, la diabetes y –particularmente- el cáncer.

Según la Organización Mundial de la Salud –OMS-, los países en desarrollo soportan más del 80% de los casos de enfermedades crónicas en el mundo y no están preparados para lidiar con semejante carga. Nuestros sistemas de salud están más enfocados a tratar problemas agudos de salud, como las enfermedades contagiosas y los traumas, y no para atender enfermedades crónicas o catastróficas como el cáncer. La OMS estima que en 2008 murieron por cáncer unos 7.3 millones de personas, cifras que en Guatemala, para ese mismo año, ascendieron a 9,500 casos.
La recién creada Unión Guatemalteca Contra el Cáncer estima que en Guatemala se diagnostican unos 14 mil nuevos casos de cáncer cada año y que los guatemaltecos tienen un riesgo probable en 15.3% de padecer esta enfermedad antes de los 75 años. La mayoría de pacientes en nuestro país no están cubiertos por el seguro social ni por seguros privados, por lo que suelen posponer sus tratamientos hasta que ya es demasiado tarde. Muchas de las medicinas necesarias no están disponibles o son demasiado caras para que las puedan adquirir. Las consecuencias para la sociedad y la economía son cuantiosas. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, los países de bajos ingresos y de ingresos medios perderán unos US$7,300 millardos en producción nacional no lograda (o un 4% anual del PIB) a causa de las enfermedades crónicas en los próximos 15 años, la quinta parte de lo cual será atribuible al cáncer.
Pero más allá del costo económico y social de la enfermedad, es su impacto emocional, físico y financiero sobre los enfermos y su núcleo familiar lo que más pone de relieve la necesidad de contar con mejores tratamientos médicos y con políticas públicas más efectivas. Aquellos que hayan tenido algún familiar afectado por el cáncer se identificarán seguramente con este parecer.
Y quienes hemos sufrido la enfermedad en carne propia podemos testificar el desgastante efecto psicológico y emocional del cáncer, los estragos que las cirugías y tratamientos infligen al cuerpo, y la merma al bolsillo (catastrófica, para quienes no cuentan con un seguro) que causa la enfermedad.
Un problema con el cáncer es que no es una sola enfermedad, sino que son muchas variantes. Por desgracia, la oncología ha utilizado durante mucho tiempo las mismas rotundas herramientas para combatir diferentes tipos de cáncer: extirpar o reducir el tumor con cirugía, bombardearlo con radiación o hacerlo volar con la quimioterapia que destruye células buenas y malas. Afortunadamente existen nuevos fármacos que parecen estar cambiando esto: los científicos están ahora atacando las mutaciones específicas que conducen a formas específicas de cáncer. Y, aunque tales avances son lentos, las políticas públicas en los países desarrollados apuntan a apoyarlas.
En nuestra realidad tan lejana a la investigación y el desarrollo bio-farmacológico, las políticas y medidas de combate al cáncer deben ser pragmáticas y preventivas. Hasta los pasos más sencillos pueden hacer la diferencia: la reducción de sal en los alimentos, propiciar la competencia y la transparencia en el mercado de medicamentos para abaratarlos y explicitar (incluso mediante impuestos) los costos sociales de prácticas perniciosas como el tabaquismo. Se debe tratar de detener el cáncer antes de que comience, por ejemplo mediante un mayor gasto en vacunas contra el cáncer de cuello uterino, uno de los más mortales.
Como sobreviviente de cáncer aprovecho este espacio para compartir, advertir y motivar sobre la necesidad de encarar este reto. Y también para enviar a mi querido amigo Juan Carlos Estrada –que en este momento está luchando valientemente contra la enfermedad- mi solidaridad, cariño y admiración.

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