Es importante diagnosticar adecuadamente. Hacer un
balance de la economía de un país al final del año y evaluar los desafíos para
el año próximo es importante para que los formuladores de políticas, las
empresas y los analistas pueden comprender en dónde estamos parados y puedan
hacer los ajustes necesarios, tanto a nivel de políticas económicas
gubernamentales, como de la planificación estratégica empresarial. Un
diagnóstico acertado de la situación permite a las empresas ajustar sus planes
de negocios, estrategias de inversión y presupuestos en función de las
condiciones y previsiones económicas, y proporciona a los inversores la
información que necesitan para evaluar los riesgos y oportunidades. Comprender
los desafíos y riesgos potenciales en el entorno económico permite, además, una
mejor gestión de riesgos para mitigar el impacto de las incertidumbres
económicas. A continuación propongo, de manera muy resumida, un diagnóstico en
esa línea.
Cómo nos fue en 2023. En 2023 la economía
guatemalteca mantuvo sus fortalezas económicas, que son muy reconocidas en
los mercados internacionales y que se plasman en mantener un largo
historial de estabilidad macroeconómica, resultado de políticas fiscal y
monetaria conservadoras, cuyos resultados se reflejan en los principales
indicadores de desempeño macroeconómico. El largo historial de estabilidad
macroeconómica y prudencia fiscal que contribuyen a mantener la dinámica de
crecimiento de la producción nacional, medida por el PIB, que en 2023 tendría
una tasa interanual de un 3.3%, pese a la volatilidad en el entorno externo y
la incertidumbre que siempre surge en torno a las elecciones generales. Tanto
la deuda pública (inferior al equivalente al 30% del PIB) como el déficit
fiscale (inferior al 2% del PIB) son moderados y se comparan muy bien en
relación con los demás países de la Región. La posición externa es muy sólida
(con un superávit de balanza de pagos), un elevado nivel de reservas monetarias
internacionales y un tipo de cambio notablemente estable. La política monetaria
sigue siendo adecuada, aunque el nivel inflacionario de 2023 aún permanece
elevado (terminará el año en una tasa interanual de alrededor del 3.5%) y las
tasas de interés del sistema bancario, que empiezan a elevarse, aún son
razonables y muy estables. Eso sí, el crecimiento económico en 2023 pudo
haber sido un par de décimas porcentuales mayor, pero la incertidumbre
política asociada al año electoral y los bloqueos y protestas ocurridos
(particularmente en octubre) habrían tenido un efecto negativo sobre las
decisiones de inversión privadas y sobre la generación de negocios.
El valor de las exportaciones este año se reducirá en
comparación con el valor registrado en 2022, debido a que el comercio
mundial se deprimió en todo el mundo y nuestros principales socios
comerciales (Estados Unidos, Centroamérica y Europa) redujeron sus compras de
nuestros productos. También las importaciones serán menores en 2023, debido en
buena medida a una reducción en los precios internacionales de los principales
productos importados, incluyendo los combustibles. Para 2024 las exportaciones
de mercancías (FOB), aunque afectadas por la desaceleración económica mundial,
alcanzarían un crecimiento positivo (aunque modesto) que supondría una mejora
respecto de 2023, lo cual se explica por la recuperación del comercio mundial y
porque los precios internacionales se estabilizarán en la primera mitad de
2024. Por su lado, las importaciones
también se recuperarían en 2024, en respuesta a la relativamente menor demanda
por bienes importados como combustibles, bienes de consumo e industriales
asociada al crecimiento de la actividad económica doméstica, soportada por la
moderación de los precios internacionales.
Perspectivas y principales desafíos para 2024. Se
espera que en 2024 se vea una leve mejora en el comercio mundial (que
favorecerá la demanda externa de nuestra economía) y una estabilización de las
expectativas de los inversionistas una vez tome posesión el nuevo gobierno. Sin
embargo, el crecimiento de las remesas se desacelerará y el desempleo se
mantendrá, lo que impedirá un mayor crecimiento del consumo privado. Además,
consumo del gobierno se ralentizará el próximo año, ya que se trata del primer
año de un nuevo gobierno que tendrá dificultades para ejecutar su presupuesto.
La tasa de crecimiento económico prevista para 2024 tendrá un ritmo ligeramente
inferior en comparación con los ritmos de 3.5% alcanzados en promedio en la
década anterior a la pandemia, y que algunos consideran la tasa de crecimiento
potencial del país; esto refleja no solo un clima económico internacional
adverso, sino también las dificultades que enfrenta el Estado para superar los
obstáculos estructurales que limitan la productividad del país. Pero, en todo
caso, no se esperarían cambios radicales en las políticas fiscal y monetaria,
por lo que el pronóstico estaría del lado de una continuidad en la estabilidad
de las principales variables macroeconómicas en 2024.
El tipo de cambio continuará siendo estable en 2024.
El balance externo de Guatemala continuará mostrando un superávit, apuntalado
en el flujo de remesas familiares hacia el país. El continuado flujo de
remesas, aunado al nivel robusto de reservas monetarias internacionales,
contribuirán a apoyar la estabilidad en el valor del quetzal. Se espera que la cotización del dólar en el
mercado local se mantenga con el comportamiento estable durante 2024, con
algunos pequeños altibajos siguiendo su patrón estacional, apoyado en que el
tamaño relativamente pequeño de la economía del país y su limitada exposición a
inversiones de cartera, además de las continuas intervenciones del Banguat que
moderarán la volatilidad en el mercado cambiario. Claro está que los diferenciales de tasas
de interés con el exterior se han estado reduciendo, lo cual podrá implicar
una mayor susceptibilidad del tipo de cambio ante eventos extraeconómocos, pero
el exceso de dólares en el mercado y las indicadas intervenciones del banco
central permitirán que el quetzal permanezca estable el año próximo.
A nivel empresarial, los retos económicos en 2024 tendrán
relación con un nivel de precios que permanecerá relativamente elevado,
y con una economía internacional que estará poco dinámica, pero en general
habrá un potencial de crecimiento en la mayoría de sectores económicos, que
implican aprovechar las fortalezas de nuestro entorno económico y tratar de
superar sus debilidades. A nivel macro, la gran fortaleza de la economía
nacional es la estabilidad macroeconómica, pero su gran debilidad es el
limitado ritmo al cual crece la producción nacional debido a una baja
productividad sistémica. Entonces, el desafío es doble. Por un lado, preservar
la gran fortaleza de nuestra macroeconomía: la estabilidad de precios, del
tipo de cambio, de las tasas de interés y de la producción, con base en una
política fiscal prudente y una política monetaria ejecutada por un banco
central independiente de los políticos. Por el otro, tratar de acelerar
el crecimiento de la economía y mejorar el nivel de ingresos de la
población. Esto último solo se logrará si se mejora el clima de negocios
y se establece un sistema de certeza jurídica, para lo cual es
indispensable fortalecer las instituciones republicanas, asegurar la
independencia de poderes y mejorar la eficiencia de los entes del Estado,
centralizando los esfuerzos gubernamentales en proveer los servicios públicos
esenciales (seguridad, justicia, infraestructura, salud y educación). Priorizar
el quehacer del Estado en estos fines va a resultar esencial para emprender una
senda de prosperidad que sea sostenible en el tiempo. Y será mejor mientras más
pronto se empiece esa recomposición de las prioridades e instituciones del
Estado.
Sin duda alguna el ambiente político influye
decisivamente en las decisiones de inversión y de consumo. Un sistema
político y gubernamental que genere certeza y confianza es fundamental para
atraer inversión extranjera, pero también lo es para generar inversión
doméstica. Contrario sensu, un entorno político disfuncional, carente de
políticas públicas y acuerdos políticos de largo plazo, genera incertidumbre y
desincentiva la inversión. En el caso de Guatemala resulta evidente que todas
sus fortalezas macroeconómicas -ya comentadas- no son suficientes para mejorar
la calificación de riesgo-país (y, por ende, para atraer más inversiones):
todos los reportes de las calificadoras internacionales coinciden en que, para
que nuestro país pueda mejorar su calificación (y su nivel de atractivo para
las inversiones) es imprescindible mejorar el sistema político, fortalecer
las instituciones y aumentar la efectividad de las políticas públicas de
largo plazo.
La variable clave para promover mayor inversión y empleo
(y mayor crecimiento y bienestar) es la productividad. Desde una
perspectiva económica, la Certeza Jurídica y el orden económico son factores
esenciales para lograr una mayor eficiencia (productividad) sistémica. Un
entorno predecible y estable genera confianza, desencadena la inversión y
favorece los intercambios (no solo comerciales, sino también culturales,
tecnológicos y sociales), lo cual permite elevar la productividad y, con ella,
el crecimiento y el bienestar. Por tanto, las políticas que el nuevo gobierno
debería implementar para lograr esos fines van más allá de lo puramente
económico: debería -como mencionamos antes- priorizar aquellas medidas que
fortalezcan las instituciones republicanas, aumenten la eficiencia del Estado
en la provisión de servicios básicos (seguridad, justicia, infraestructura,
salud y educación) y propicien la paz social y la confianza entre los
guatemaltecos para apoyar el ingenio y la laboriosidad del chapín. Todo lo
demás vendrá por añadidura.
Tenemos con qué, pero ¿tenemos cómo y con quién? El
enorme potencial de Guatemala, apoyado no solo en su estabilidad
macroeconómica, sino en sus abundantes recursos naturales, campos, ríos, montañas
y riquísima flora y fauna, se ve obstaculizado por una miríada de obstáculos
auto impuestos por un sistema político disfuncional. ¿Cómo aprovechar todos
esos recursos, por ejemplo, con una red vial minúscula y obsoleta, que demanda
tres horas de viaje para recorrer los 35km que nos separan de la Antigua
Guatemala, o seis horas para llegar a Quetzaltenango?
¿Cómo un pueblo tradicionalmente pacífico y emprendedor
puede resolver sus naturales conflictos mercantiles o civiles de forma expedita
(para favorecer los intercambios económicos, sociales y culturales) si no
cuenta con un sistema de justicia medianamente funcional? ¿Qué certeza jurídica
pueden dar unas cortes que se excedieron en el periodo de su mandato
constitucional por más de tres años?
¿Cómo podemos disfrutar y compartir con el mundo las enormes
bellezas naturales, arqueológicas y culturales del país -que podrían ser un
destino turístico de talla mundial- cuando nuestro ruinoso aeropuerto
internacional recibe tan pocos vuelos y no cuenta siquiera con la adecuada iluminación,
ni aire acondicionado… ni limpieza básica?
¿Cómo podemos potenciar a la juventud deseosa de superarse
cuando las escuelas estuvieron innecesariamente cerradas con la excusa de la
pandemia y, al reabrirse, estaban en peores condiciones que antes? ¿O con una
universidad estatal que recibe cientos de millones de quetzales anualmente y se
encuentra prácticamente paralizada, sin clases presenciales, sin investigación
científica, sin propuestas académicas?
¿Cómo desarrollar a los deportistas de clase mundial y a
todos los deportistas talentosos que claman por apoyo, cuando el deporte
federado y el olímpico -que también reciben millones de quetzales del erario
anualmente- son extremadamente opacos e ineficaces, al punto de ser paria en la
comunidad deportiva internacional, habiendo dejado a nuestros atletas sin la
oportunidad de defender los colores de su bandera ni de cantar su himno
nacional ante el mundo?
¿Cómo permitir a las empresas honestas hacer negocios
lícitos con el Estado cuando los sistemas de transparencia como Guatecompras y
Sicoin quedan fuera de operaciones por misterios hackeos informáticos?
¿Cómo afianzar y desarrollar la vocación democrática de la
ciudadanía, cuando los procesos electorales -que solían ser ejemplo de
transparencia y participación cívica- son ahora puestos en duda por las propias
autoridades y la propia integridad de los magistrados del tribunal electoral
está en entredicho?
¿Cómo mantener a la población económicamente activa en
condiciones de rendir y ser productiva si los índices de desnutrición tienen
años sin mejorar y los hospitales públicos carecen de alimentos, no digamos
medicamentos?
¿Cómo preservar la tradicional vocación de apertura y multilateralismo
de nuestras relaciones exteriores cuando vemos que se deterioran y tensionan nuestras
relaciones con nuestros principales socios comerciales y diplomáticos en
Norteamérica, Latinoamérica y Europa?
¿Cómo sacar partido de tener la ciudad más grande y moderna
entre Puebla y Panamá cuando importantes obras de infraestructura, como los
pasos a desnivel en importantes arterias citadinas, están tan paralizdas como el
costosísimo e insoportable tránsito en las horas pico?
En fin, ¿cómo sacar provecho de la laboriosidad, el ingenio,
las ambiciones y los anhelos de los guatemaltecos, cuando el continuo deterioro
institucional de los tres poderes del Estado lo hace incapaz de proveer los servicios
públicos esenciales (seguridad, justicia, infraestructura, salud y educación primarias)
y necesarios para el buen funcionamiento de los intercambios económicos?
Aparte de su estabilidad macro y de la riqueza de sus
recursos naturales, lo mejor que tiene Guatemala es la capacidad, tesón y
espíritu de superación de los 17 millones de guatemaltecos; pero seguiremos
desperdiciando ese potencial -y sufriendo el desangramiento que significa la
emigración anual de miles de compatriotas- mientras no empecemos pronto a
enfrentar estas debilidades institucionales que impiden el desarrollo
integral de nuestro país.