Es urgente y necesario reformar diversos
aspectos clave de la Ley Orgánica del Organismo Legislativo
La modificación profunda de las formas y
procedimientos con los que opera el Congreso de la República es parte
fundamental de un esfuerzo integral de reforma política del Estado por el que
la sociedad está clamando a través de diversas manifestaciones del sentir
popular. Tal modificación tendría efectos positivos no sólo en la batalla que
el país está empezando a pelear contra las prácticas de corrupción y de uso
obscuro e ineficiente de los recursos del Estado (en las que el Congreso juega
un papel relevante), sino que constituiría un aporte en el rescate de nuestra
incipiente democracia.
Ello requiere de modificaciones al marco regulatorio
de las funciones administrativas y sustantivas del Organismo Legislativo para
establecer una normativa adecuada y funcional que permita al país alcanzar una
gobernabilidad democrática en ese poder del Estado, por lo que es menester
reformar en diversos aspectos la Ley Orgánica del Congreso.
Para empezar, es esencial normar la figura de la
interpelación. Durante las dos últimas legislaturas, se ha hecho un uso
inapropiado y hasta abusivo de herramientas parlamentarias tan valiosas como
las interpelaciones y las mociones privilegiadas, entre otras. La falta de una
regulación adecuada ha tenido como consecuencia la paralización de la agenda
legislativa del Congreso y la obstaculización al trabajo cotidiano de los
ministros y funcionarios interpelados.
Una reforma a la figura de la interpelación debe
privilegiar su utilidad como mecanismo de control republicano entre poderes,
pero sin que ello signifique sacrificar la obligación del Congreso de atender
su agenda legislativa. Para el efecto podría aplicarse la práctica utilizada en
otros países, según la cual se establece un día a la semana para las
interpelaciones, en el que se asigna un espacio de tres horas con exclusividad
a ese fin. Esto permite que la agenda legislativa normal continúe avanzando,
sin dejar de lado la importancia del control y fiscalización de la
interpelación.
También debería agilizarse el desarrollo de la propia
interpelación, estableciendo que la etapa inicial (preguntas básicas y
complementarias) de la interpelación pueda realizarse en sesiones con quórum
reducido (25% del total de diputados), mientras que las etapas de debate,
propuesta de voto de falta de confianza y su votación, se lleven a cabo con el
quórum normal. Asimismo, establecer plazos claros para que el diputado
interpelante comunique las preguntas básicas al Ministro de que se trate y, en
caso de que no lo haga, que se entienda que el diputado renunció a la
interpelación solicitada.
En adición a lo anterior, en el actuar del Congreso en
los últimos años resulta evidente el claro deterioro e ineficiencia en el
actuar de las Comisiones Legislativas, que deberían ser un órgano vital para el
buen funcionamiento de las actividades parlamentarias no solo en materia de
propuesta, análisis y dictamen de las iniciativas de ley, sino también en
materia de fiscalización y seguimiento al cumplimiento de las leyes por parte
del Ejecutivo.
Debe reformarse la Ley Orgánica del Legislativo para
hacer obligatorio que los diputados asistan a las sesiones de las Comisiones a
las que pertenezcan, y sancionar severamente a aquél que se ausente sin
justificación. Además debe fortalecerse la institucionalidad de las Comisiones,
quizá aumentando el período de la presidencia de las comisiones de 1 a 2 años, u
obligando a que todas las sesiones sean registradas en medios audiovisuales,
así como a que los presidentes de comisión salientes entreguen a sus sucesores
una memoria de labores y todos los archivos y expedientes a su cargo.
Hace falta también, para poner orden en el manejo del
Congreso, mejorar el marco regulatorio de los procesos para la contratación y
promoción del personal, diferenciando a los funcionarios de carrera de los
asesores temporales de los congresistas, así como actualizar la regulación de
faltas al orden dentro de las sesiones plenarias del Congreso.
Estos cambios legales son necesarios y urgentes. La
gran duda es si la actual legislatura tendrá la capacidad y la voluntad
–ausentes hasta ahora- de discutir y avanzar en este tipo de reformas. El
momento político y la presión ciudadana que estamos viviendo en estos días
podrían hacer, por fin, la diferencia.