domingo, 13 de noviembre de 2011

Ahora Hay que Actuar

Una vez disipados el polvo y el humo que fueron levantados por la batalla electoral, al nuevo gobierno le toca despertarse a la dura realidad y responderse, francamente, a la pregunta existencia: ¿para qué quería meterme a  gobernar (lo que queda de) este país?
§ POLÍTICAS PÚBLICAS

AHORA HAY QUE ACTUAR

Ello es necesario para conjurar la amenaza del populismo y aminorar el desencanto de la población con la democracia
 “Están bien indignarse un rato, pero después hay que actuar”, nos dijo Savater en su reciente visita a Guatemala. Y, parafraseándolo, digamos que está bien que durante la campaña electoral proliferen las promesas populistas, pero después toca ponerse serios y actuar en la resolución de los grandes problemas del país.
Pocas veces como en estas elecciones se pudo percibir –ya no sólo entre grandes sectores de la ciudadanía, sino entre los propios políticos- tan poco entusiasmo (e, incluso, una cierta insatisfacción) respecto de las políticas económicas ortodoxas que, aunque les duela a sus detractores (ya sean marxistas trasnochados o anarquistas libertarios), han propiciado un aceptable nivel de estabilidad macroeconómica en el país en los últimos veinte años.
La razón de dicha insatisfacción radica en que no resulta evidente que la estabilidad haya contribuido a reducir los vergonzosos niveles de pobreza o de desigualdad que caracterizan a Guatemala. Por el bien del país, es menester que el nuevo equipo de gobierno electo para el periodo 2012-2016 tenga claro las políticas macroeconómicas responsables pueden y deben ir de la mano con políticas que favorezcan el crecimiento y con políticas que reduzcan la desigualdad. Las unas no excluyen a las otras.
Para empezar, la nueva administración del Partido Patriota deberá velar por el mantenimiento de la estabilidad del nivel de precios, no sólo porque ello es necesario para un buen clima de negocios, sino porque el combate a la inflación es una política que favorece a los más pobres, que son quienes más sufren cuando los precios aumentan. También deberá contener el desmedido crecimiento de la deuda pública, pues sabemos que los costos que acarrea una deuda pública excesiva suelen caer desproporcionadamente sobre la espalda de los más pobres.
Para preservar lo que queda de los buenos números macroeconómicos del país, y para evitar que la necesidad de endeudamiento del gobierno desplace al crédito destinado al sector privado, el gasto público debe ser racionalizado. Esto no significa que deba reducirse el gasto social ni la inversión en infraestructura. Al contrario, significa reducir el gasto superfluo, el desperdicio y la corrupción, a fin de liberar recursos que aumenten la inversión en capital humano y físico necesaria para acelerar el crecimiento económico.
Es imperativo reducir el ritmo de crecimiento de la deuda pública: recordemos que si pudimos sortear con relativo éxito la crisis económica mundial de 2008-2009 fue, en gran medida, porque entonces nuestra deuda pública registraba niveles muy manejables. Hoy esto ha cambiado y, Dios no lo quiera, una nueva crisis mundial nos sorprendería con menos defensas para resistirla.
Otro desafío crucial para el nuevo gobierno será el de aumentar la recaudación y negociar en el Congreso una reforma fiscal integral. Mejor si ésta incluye una flexibilización del gasto, ya que hoy en día una proporción demasiado grande del presupuesto está comprometida por asignaciones legales que poco tiene que ver con la eficiencia o la equidad (como los aportes constitucionales a la universidad estatal o al deporte).
Y así como la política fiscal puede apoyar más decididamente al crecimiento económico si se mejora el gasto en capital humano (educación y salud) y en infraestructura, también puede y debe apuntalar el combate a la pobreza y la reducción de las desigualdades sociales. Ello es necesario para conjurar la amenaza del populismo y revertir el desencanto de la población con la democracia.
Para el efecto el gasto público debe trasladarse (por doloroso o políticamente difícil que sea) de destinos que favorecen a la clase media (como el subsidio eléctrico, la educación universitaria, o las clases pasivas del Estado) hacia destinos claramente enfocados a los pobres (como las transferencias condicionadas de efectivo debidamente focalizadas, la educación primaria, o el combate a la desnutrición).
Se acabó el tiempo de ofrecer; ahora es tiempo de actuar. Y la promoción de la  estabilidad y del crecimiento económico, simultáneamente con la igualdad de oportunidades (que incluye el acceso a la educación y a la salud primarias, al crédito y a la infraestructura básica), es el lugar correcto para que el nuevo gobierno concentre sus esfuerzos.COMENTARIOS DE LOS LECTORES

Siempre es tiempo para actuar. El actuar de los politicos, estará conforme a sus planes, pero el pobre no puede esperar a que los politicos entiendan de como funciona la economia, para de ahi partir para un cambio de la realidad del pobre. El pobre vive su realidad que se convierte en desnutricion. No puede esperar a que el empresario funde empresas, Hoy por hoy, sugieren combatir la informalidad de los negocios. Quieren penalizar la informailidad.
La informalidad es un alivio para evitar una explosión social, que solo espera el toque de una trompeta de alerta para aslater al que tiene.
Por mucho tiempo se ha ignorado al pobre. Hoy se le tiene miedo de que reaccione. A eso, el autor de la columna, le llama populismo.
La bomba de tiempo de una explosión social tiene encendida la mecha.

Las elecciones en lo que respecta al manejo de información  y de los datos del TSE no tenemos de que quejarnos, lo cual ha sucedido en los 25 años últimos, donde no hay queja ni indicio de fraude en papeletas.
Desafortunadamente estas fueron las elecciones mas sucias que han habido, pues el gobierno dilapidó dinero comprando votos, repartiendo vales de láminas y condicionado los programas sociales al voto para el partido oficial y para la canditatura ilegal de la esposa del presidente. Además se pagó buses urbanos para que no circulalran y se dió feriado para que se fueran de la ciudad.
Si no se sienta un precedente procesando a los responsables, esta suciedad acabará con el sistema democrático de Guatemala, así que exigimos al MP que inicie los procesos legales de los contrario demostraría que es copartícipe de esta suciedad.


buen comentario y esperemos que ahora cada uno de nosotros actue aun con mas ganas y fervor en generar un cambio interno hacia afuera y que afecte positivamente a los demas, gano PP y le deseo lo mejor y que sobre todo busque el beneficio comun que es el que cuenta y que tambien, busque este gobierno que entra, la reeleccion basada en acciones buenas y utilizacion moral y medida de nuestros recursos, aplicando la ley, ampliando la cobertura de salud y educacion, comodijo una comentarista, no creo que en la suerte, pero si en el esfuerzo personal y colectivo, el cual espero que le abunde al PP

domingo, 6 de noviembre de 2011

Motivo de Orgullo

Guatemala tiene tan pocos éxitos a nivel internacional, que bien vale la pena celebrar las medallas obtenidas en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Y también vale la pena sacar de ello algunas lecciones sobre el uso de los recursos presupuestarios de los que goza el deporte federado...
§ POLÍTICAS PÚBLICAS 
MOTIVO DE ORGULLO
El triunfo de nuestros deportistas en Guadalajara puede tener un efecto sutilmente importante en la conciencia colectiva 
Fue un triunfo histórico: 7 medallas de oro, 3 de plata y 5 de bronce en los Juegos Panamericanos, más que nunca antes. Un motivo real de orgullo para un para un país tan poco acostumbrado a los éxitos. Brol, Castellanos, Cordón, Franco, Gheorghe, Gómez, González, Hernández, Hess, Maegli, Ortiz, Quiyuch, Sánchez y Solórzano son apellidos que, en su hermosa diversidad étnica, se han inscrito con letra destacada y por mérito propio en el imaginario social guatemalteco.
El deporte, parafraseando a Valdano, es la cosa más importante de las menos importantes: el éxito de nuestros atletas representa un significativo (aunque pasajero) alivio moral para nuestro país en un año horrible que, además de una campaña electoral frívola, ha traído consigo el dolor de una nueva catástrofe natural, la angustia cotidiana de la inseguridad ciudadana, o el aumento lacerante del desempleo.
El triunfo en los panamericanos no sólo es histórico porque sumamos tantas medallas de oro (en unas solas justas) como en las quince participaciones panamericanas previas, ni sólo porque quedamos mejor ubicados en el medallero (en el puesto 11 de 42 países) que otros países con más tradición o recursos (como Puerto Rico, Chile, Perú o Jamaica), sino porque este progreso demuestra que los guatemaltecos podemos competir –y no sólo deportivamente- a nivel mundial.
El éxito panamericano no puede ser casualidad. Las razones de este desempeño deberán ser analizadas con calma cuando la emoción se calme. Pero es indiscutible que, entre ellas, destacan las características que exhibieron nuestros atletas: fueron humildes, pero tenaces; mostraron un gran corazón, no se sintieron menos que sus contendientes y fueron puro coraje.
Otra razón probable del éxito es que, ¡por fin!, los millones de quetzales de nuestros impuestos otorgados al deporte desde que la Constitución Política estableció un aporte presupuestario obligatorio han empezado a dar frutos. Aunque la forma en que se han gastado estos millonarios recursos a lo largo de los años ha sido extremadamente opaca, es evidente que el aporte constitucional le ha permitido a algunas federaciones deportivas (no a todas) democratizar el deporte de alto rendimiento mediante la búsqueda y rescate de talentos y el entrenamiento profesional de los deportistas destacados. Pero no hay que perder de vista que tales aportes han convertido al deporte en un negocio multimillonario de cuya ejecución presupuestaria los contribuyentes sabemos muy poco –excepto que, hasta ahora, no generaba muchas medallas-.
Puede ser debatible que estos dineros podrían estar mejor empleados en otros destinos, pero es incuestionable que sirven como un complemente económico insustituible para los deportistas cuyo nivel socioeconómico no les permitiría, sin tal ayuda, dedicar largas horas a entrenarse. Las personas requieren de cierto nivel de prosperidad antes de poder dedicarse prioritariamente al deporte: las medallas panamericanas son, bajo esa óptica, bienes suntuarios. Por eso es positivo que los medallistas reciban un premio económico por sus logros, no sólo porque se lo merecen, sino porque ello puede servir de incentivo para que otros potenciales deportistas se arriesguen a considerar el deporte como una actividad económicamente viable.
El dinero invertido en el deporte puede estar bien empleado si los éxitos internacionales contribuyen a la conciliación nacional y a fortalecer el tejido social, pues el deporte es una de las pocas cosas capaces de unir a los guatemaltecos. Para seguir construyendo sobre lo logrado, es esencial que las autoridades deportivas aprendan a rendir cuentas publicando, al menos, los estados financieros de la Confederación y sus afiliadas, debidamente auditados, así como informes periódicos de sus actividades, incluyendo evaluaciones de desempeño con base en estándares internacionales.
El triunfo de nuestros deportistas en Guadalajara puede tener un efecto sutilmente importante en la conciencia colectiva. Pocas veces como ahora tenemos motivos tan claros para sentirnos orgullosos y para conmovernos hasta las lágrimas cuando hemos visto ondear nuestra bandera y escuchado que el “¡Guatemala Feliz!” es, por una vez, verdad. Y eso no es poca cosa para una sociedad tan fracturada como la nuestra.

ENERGÍA ELÉCTRICA: SE ACABARON LAS VACAS GORDAS

URGEN MEDIDAS PARA EVITAR UN DÉFICIT DE SUMINISTRO   Durante años, el sistema eléctrico nacional tuvo un superávit de oferta; es decir, su c...