Guatemala tiene un nivel de inversión muy
bajo, lo que explica en gran medida el escaso dinamismo de nuestra economía y los elevados niveles de pobreza. Por ende, es necesario incentivar la inversión, lo cual no se logra con medidas de maquillaje, sino concentrándonos en los temas de fondo.
La inversión es el factor clave para aumentar la
producción y el bienestar de un país. Solamente la inversión (que aumenta la
disponibilidad de capital en la economía) y la innovación pueden aumentar
significativamente la frontera de posibilidades producción, ya que los otros
factores de la producción o son fijos y no crecen –la tierra- o sólo crecen
vegetativa y lentamente –el trabajo-.
La inversión es el único componente de la demanda
agregada capaz de dinamizar la producción y responder sensiblemente a estímulos
de política pública; los otros componentes de dicha demanda sólo responden a
factores inerciales (el caso del consumo privado) o exógenos (las
exportaciones), o no pueden ser sostenibles por periodos prolongados (el gasto
de gobierno).
Por desgracia, Guatemala tiene un nivel de inversión
muy bajo, lo que explica en gran medida el escaso dinamismo de nuestra economía
y los elevados indicadores de pobreza del país. La inversión en Guatemala
representa solamente un 15% del valor de la producción total (medida por el
PIB), cuando el promedio de dicho porcentaje en Latinoamérica es de 23% ¡y en
China 50%! Además, Guatemala atrae muy poca inversión extranjera directa en comparación
con nuestros vecinos. Entonces, ¿qué podemos hacer para que aumenten la
inversión?
Guatemala brinda algunas condiciones favorables para
la inversión: la inflación es relativamente baja y estable, la deuda pública es
manejable, el sistema financiero es sólido, hemos tenido varias elecciones
libres y democráticas consecutivas, los recursos naturales son abundantes, y el
grado de apertura al comercio exterior es grande con un déficit exterior manejable.
Por lo tanto, los obstáculos que impiden que crezca la inversión deben ubicarse
en otros aspectos que son claves para que cualquier inversionista decida
emprender un negocio en nuestro país.
Para empezar, el tamaño del mercado guatemalteco está
muy limitado (en relación al tamaño de la población) debido al elevado
porcentaje de la población en situación de pobreza (más de la mitad) y al
consiguiente pequeño tamaño de la clase media, lo que hace que Guatemala sea un
destino de inversión menos atractivo que otros países de similar dimensión.
Esto no solo es resultado de la elevada concentración del ingreso sino que,
principalmente, del escaso dinamismo de la producción, lo que configura un
complejo círculo vicioso: una economía poco dinámica no es atractiva para la
inversión, y la poca inversión impide un mayor crecimiento de la economía.
Todo ello es el resultado de que nunca hemos efectuado
las reformas estructurales que otros países lograron implementar en los últimos
veinte años. Entre las consecuencias de ese fracaso destaca la pobre
infraestructura física, particularmente en carreteras que acerquen y conecten
los mercados: mientras que la inversión en infraestructura representa el 10%
del PIB en China y el 6% en India, es menos del 1% en nuestro país.
Otro factor de igual importancia es la baja
productividad del trabajo, lo que está conectado con el bajísimo nivel
educativo y con las graves deficiencias nutricionales prevalecientes. Asimismo,
la rigidez del mercado laboral (ni siquiera contamos con un marco regulatorio
del trabajo a tiempo parcial). A esto hay que agregar el clima de violencia y
criminalidad que, junto con la corrupción generalizada, ahuyentan a cualquier
inversionista bienintencionado. Y, para terminar, la ineficiencia y debilidad
de las instituciones públicas (incluyendo una baja recaudación tributaria)
impiden que el Estado pueda cumplir con proveer la infraestructura, salud,
educación, seguridad y certeza jurídica que requiere la inversión privada para
florecer y contribuir con el crecimiento y prosperidad del país.
Para incentivar la inversión no existen soluciones mágicas; la tarea es
difícil y los esfuerzos deben centrarse en las áreas enumeradas. No hay que
empezar de cero: en el Congreso de la República existen iniciativas de ley que
podrían coadyuvar al avance de las reformas económicas requeridas. Por ejemplo
existe una iniciativa para regular el trabajo a tiempo parcial (iniciativa
4648) y otra para dar estabilidad jurídica y tributaria a la inversión
(iniciativa 3996). Por allí podríamos empezar para lograr en el corto plazo
algún avance concreto.